YOUCAT Confirmación (VII): Un viaje de exploración hacia el Espíritu Santo

PENTECOSTÉS

“Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido, semejante a un viento impetuoso, y llenó toda la casa donde se encontraban. Entonces aparecieron lenguas como de fuego, que se repartían y se posaban sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo”. (Hechos 2, 1-4) 

UN VIAJE DE EXPLORACIÓN HACIA EL ESPÍRITU SANTO

La Confirmación consiste en que el Espíritu Santo desciende sobre ti. La palabra “espíritu” seguro que la has encontrado en alguna ocasión. En los castillos se pasea de vez en cuando algún espíritu. Las bebidas “espiritosas” están en botellas, pero no hay que beberlas necesariamente. Y si hablamos de un gran genio o de un espíritu genial, nos referimos normalmente a un filósofo famoso o a un escritor genial. En la Iglesia, el Espíritu Santo tiene un papel relevante y en Pentecostés descendió sobre los discípulos en “lenguas como de fuego”. Tenemos que profundizar un poco para comprender mejor qué (o, mejor dicho, quién) es el Espíritu Santo.

La religión más moderna del mundo

El pueblo de Israel estaba orgulloso, con razón, de poseer, de algún modo, la religión más moderna del mundo. Otros pueblos suponían que detrás de cada trueno estaba una divinidad propia. Los griegos —que en otros campos eran los campeones mundiales del pensamiento— tenían aún en tiempos de Jesús un firmamento plagado de dioses, en el que es- taba todo revuelto. Por el contrario los judíos sabían que sólo podía existir un único Dios: Yahvé. Eran monoteístas, es decir, creían en un único Dios.

¿Uno, dos, tres o qué?

Cuando luego llegó Jesús, la cosa se complicó de repente. Sus conciudadanos judíos no podían comprender que Jesús llamara PADRE al Señor del cielo. Esto era claramente monoteísta. Pero resultaba que Jesús hacía cosas que sólo Dios podía hacer: curaba enfermos, resucitaba muertos y perdonaba pecados. ¿Cómo? ¿Ahora existían de repente dos dioses? ¿El PADRE y e HIJO? Esto no sólo era para los judíos un retroceso a una religión primitiva; era tan insoportable para ellos, que llevaron incluso a Jesús a la cruz por esto mismo.

Pero todavía sería más llamativo cuando Jesús se despidió de sus discípulos y les prometió “otro defensor”, el ESPÍRITU SANTO. En Pentecostés los discípulos comprendieron lo que quería decir Jesús cuando derramó sobre ellos el ESPÍRITU SANTO.

Los discípulos experimentaron una certeza profunda así como la alegría de la fe y recibieron dones maravillosos (CARISMAS); de repente eran capaces de profetizar, curar y hacer milagros. Desde entonces los cristianos oran al PADRE, al HIJO y al ES- PÍRITU SANTO. Y bautizan en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¿Tendríamos por tanto tres dioses a la vez?

No, los cristianos no son politeístas (gente que cree en la existencia de varias o muchas divinidades). Después de un largo debate la Iglesia de los orígenes encontró la fórmula adecuada: “Un único Dios en tres personas”. Lo llamamos TRINIDAD. En realidad sólo existe un único Dios. Pero a través de Jesús la Iglesia aprendió que en la profundidad más íntima de este único Dios está la comunión, el intercambio y el amor entre las tres personas.

El gran desconocido

Muchos dicen: Puedo comprender a Jesús, el Hijo. Y puedo orar al Padre. Pero el Espíritu Santo me resulta desconocido.

Hay una clave muy sencilla de acceso al Espíritu Santo:

  • Piensa sencillamente al principio: el Espíritu Santo es el Espíritu de Dios, la fuerza que movió a Jesús. El amor que había entre Jesús y el Padre. La fuerza por la cual curaba Jesús.
  • Cuando Jesús se hizo bautizar en el Jordán, vino algo sobre él en forma de paloma. Ahora podríamos decir que el Padre le envió un par de pensamientos positivos o una especie de energía divina. Pero no se trata de esto. Los pensamientos positivos son aire. Van y vienen. Y la energía se esfuma.
  • Jesús no recibió una idea ni se recargó con una energía anónima como una batería. En el Bautismo de Jesús se hace visible su relación con el Padre.
  • El Espíritu Santo es el amor de Dios en persona. Es decir: podemos tratar al Amor de tú. El Amor ve y oye. El Amor mismo nos responde.
  • Jesús nos regaló su amor, su Espíritu Santo. Es decir, no nos regaló un tipo de ideas originales, © de Jesús, sino que nos dio su Espíritu Santo como una realidad viviente, que hace algo, a quien se puede hablar, que oye, responde, siente, conduce, a quien se puede rezar, etc.
  • El Espíritu Santo está con nosotros del mismo modo que Jesús estaba con sus discípulos. Igual de cerca. Igual de accesible. Igual de atento. Igual de sanador. Igual de milagroso.
  • Así hay que entenderlo cuando decimos que el Espíritu Santo (de Jesús) vive en la Iglesia y la guía. Vive en cada uno de los bautizados que se ha abierto a la realidad de Dios.
  • Jesús está con su Padre. Pero a través del Espíritu Santo está, en el fondo, tan accesible como si caminara por los campos de trigo de Galilea o nos hablara aún a la orilla del lago de Genesaret.

El Espíritu Santo y tu corazón: Pentecostés también para ti y para mí

En cualquier feria se pueden comprar globos en forma de corazón. El corazón es el signo mundial del “amor”. Corazón = amor.

¡Humm..! ¿Corazón = amor? Sería estupendo que en cada corazón humano sólo tuviera cabida un único sentimiento: el AMOR. Sería una revolución, si cada uno tratara al otro con alegría cordial y con simpatía honda e interior.

Pero hay un refrán en el que el corazón humano es comparado con una “fosa de criminales”. Jesús también lo dijo.

HAZ LA PRUEBA:

Quédate cinco minutos solo contigo mismo en un cuarto: sin teléfono móvil, sin ordenador, sin tu MP3. ¿Eres capaz? Hay quien no aguanta ni siquiera tres minutos. Porque pasa de todo dentro de nuestro corazón:

  • hay una inquietud que surge en nosotros, o una tristeza inexplicable
  • a veces brotan el odio y la ira
  • a menudo nos atrapa el deseo de algo que no nos pertenece a menudo surge en nosotros la envidia de otros que son más hermosos, mejores, más inteligentes, tienen más éxito, gozan de más prestigio que nosotros
  • no pocas veces tenemos la sensación de que nuestro corazón es una charca turbia, de la que brotan un montón de burbujas venenosas.

Otros describen su interior con palabras similares a éstas: “Busco una alegría profunda, pero no puedo encontrarla”, “Hay algo insaciable, como una fosa gigantesca, que no se puede llenar con nada”, “¡No encuentro paz en mí mismo!”.

Por qué mi corazón no está satisfecho con nada

No debe inquietarte que tu corazón sea tan grande, tan ansioso, tan inquieto.

Dios ha creado nuestro corazón de tal modo que no esté satisfecho con nada, excepto con Dios.

Acepta este gran vacío interior dentro de ti; está ahí para que Dios pueda habitar en ti. Dios quiere que seamos felices. Quiere llenarnos hasta la última fibra de nuestro ser; no con una energía anónima, sino consigo mismo. Quiere que tengamos la alegría sin fin. Por eso ha hecho nuestro corazón desmesuradamente amplio e incapaz de ser habitado hasta que lo ocupe su mismo Espíritu Santo.

¿Y qué habita entonces en ti, en lugar de odio, envidia, ce- los, miedo y codicia? El amor: nada menos que el Espíritu Santo.

Si fuera de otro modo, el millonario ruso del petróleo Abramóvich, con su mal humor, sería el hombre más feliz del mundo. Cuando ya tenía villas en las mejores playas del mundo, cuan- do su garaje estaba lleno de coches de las marcas Rolls Royce y Ferrari, cuando ya tenía aviones, helicópteros y yates de lujo, se compró además un club de fútbol. Y no se ha dicho que por ello sea realmente más feliz.

Pero la persona más sencilla, que abra su corazón al Espíritu de Dios, puede encontrar inmediatamente la paz y la alegría, porque el amor mismo llega a él y pone su morada en él.

¡Ponte a gusto dentro de mí!

¿Has estado alguna vez en Taizé? Si no es así, deberías ir alguna vez. Taizé es realmente una pasada; muchos han encontrado allí una fe en Dios más profunda. Especialmente en los meses de verano se concentran allí miles de jóvenes de muchos países de la tierra. Acampan en tiendas o duermen en barracones. En Taizé viven unos 100 monjes, la mayoría jóvenes. Se puede hablar con ellos y participar en talleres. Pero lo más hermoso son los encuentros de oración. Tres veces al día suena la campana y todos (realmente todos) se ponen en marcha hacia la iglesia. ¡Los tipos más llamativos que uno jamás se pudiera imaginar en un templo! Y éste es un templo también muy particular. Para empezar no hay bancos.

Todos se sientan en el suelo. La oración no comienza tam- poco con el repiqueteo de la campana de la sacristía. Por el contrario, los monjes, vestidos de blanco, van entrando uno tras otro y se sientan en silencio en el suelo, en medio de los jóvenes.

Y, de repente, en medio del silencio, oyes una voz aislada. Canta: “Veni, Sancte Spiritus!”, es decir, “Ven, Espíritu Santo!”. Otras voces se añaden, que también cantan el “Veni…”. De repente es un canto a muchas voces, que atrae, en el que participan todos: Jack, el monje africano, con su hábito blanco; Tom y Jennifer, de Alemania; Gaston, que está en cuclillas junto a la columna y viene de Francia; Ana de España, Mirko y Jana de Croacia.

Parece como si esta llamada hermosa y celestial no quisiera acabar nunca. Y casi todos sienten cómo este canto penetra cada vez más hondo en su alma y la llena de amor y alegría.

Si no estás confirmado aún, puedes decir esta oración:

¡Ven, Espíritu Santo! ¡Ven también a mi corazón! Lléname del todo con tu alegría, tu paz, tu fuerza divina. ¡Ven, habita en mí! Ponte a gusto en mí. Expulsa todos los malos pensamientos, toda inquietud, toda tristeza y miedo de las moradas de mi corazón. Sé tú, Santo Espíritu, mi mejor amigo y consejero. Condúceme, de forma que no me aparte nunca de los caminos de Dios. Sé tú quien introduzca en mí pensamientos de paz. Consuélame cuando esté triste. Fortaléceme en la tentación. Caliéntame cuando mi amor amenace con enfriarse. Haz que alumbre y sea para otras personas un signo del amor de Dios. Veni, Sancte Spiritus.

Los frutos del Espíritu Santo

¿Cómo reconoces que el Espíritu Santo está en ti? En la carta a los Gálatas puedes encontrar los nueve FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO:

AMOR

Donde está el Espíritu de Dios hay amor. El amor es más que un sentimiento. Si no fuera así, sólo sentiríamos amor hacia un dulce bebé. Pero debemos amar a todos los bebés, también a los que tienen espina bífida. Cuando el Espíritu Santo enciende en nosotros el amor de Dios es como cuando introduces el enchufe en la toma de corriente. Dentro de ti se dan todos los sentimientos que Dios mismo tiene hacia todo lo que ha creado: las personas, los animales, las flores. Dios está loco de amor por nosotros. El amor de Dios no es un amor condicionado (“si…, entonces…”), no es un amor limitado en el tiempo; “no tiene fin”. Es fiel. Transforma todo, especialmente el mundo de tus relaciones. Con el amor de Dios dentro de ti ves todo con ojos nuevos.

ALEGRÍA

Donde está el Espíritu de Dios hay alegría. Imagínate un concierto de rock en el que todos dan gritos de júbilo, bailan, levantan los brazos, pegan saltos. Jesús ha vencido a la muerte. ¡Qué fuerte! Estamos salvados. El paraíso nos espera. Podemos bailar de alegría, aunque hoy tengamos todavía que apechugar con un montón de problemas. Se dice que en el cielo bailan los ángeles. Y hay más alegría por una única persona que se convierte y deja atrás su pe- cado que por “99 justos”.

PAZ

Donde está el Espíritu Santo hay paz. Cesa toda inquietud interior. La tristeza desciende. El miedo se escabulle. Encuentras el equilibrio interior, no te dejas arrastrar por tus pasiones como una hoja por el viento. Otros buscan tu cercanía y tu amistad, porque estás en armonía contigo mismo y con las demás personas, incluso con los animales. La paz en tu corazón te hace sentirte bien.

PACIENCIA

Donde está el Espíritu Santo hay paciencia. Paciencia (o longanimidad) quiere decir que tienes muuucha paciencia (un ánimo muuuy largo). Donde otros se salen de sus casillas, tú vas “sobrado”. Los “prontos” son cosas del pasado. Mientras que antes tenías sólo aire para 800 metros, ahora corres el maratón. Encajas los reveses como si nada. El Espíritu Santo te convierte en un luchador nato, que nunca abandona. Los demás se preguntan de dónde sacas tu fuerza. Tú sí lo sabes.

AFABILIDAD

Donde está el Espíritu Santo hay afabilidad. Le sujetas la puerta a una mujer. Ayudas a otros con los deberes. Entrenas en secreto con uno que siempre falla en el saque del voleibol. La Madre Teresa les inculcaba a sus hermanas, que se ocupaban de los moribundos: “No basta con que los asistáis; ¡debéis hacerlo con una sonrisa!”.

BONDAD

Donde está el Espíritu Santo hay bondad. Dios es inmensamente bueno. Hacer el bien nos transporta rápidamente cerca de Dios. Quien continuamente hace el bien, se con- vierte automáticamente en “bondadoso”, es decir, actúa por costumbre haciendo el bien a los demás. Hablas con un vagabundo. Ayudas a un niño. Hablas con alguien que está solo. Escuchas durante un largo rato a una persona mayor. Te preocupas de los problemas de otros. Vivir bondadosa- mente es el estilo de vida de Dios. Cerca de una persona bondadosa se puede respirar hondo y revivir.

LEALTAD

Donde está el Espíritu Santo hay lealtad. Dios no es ahora así y luego asá. Puedes fiarte de él al cien por cien, aunque a veces responda a tus peticiones de manera diferente a tus deseos. Él es fiel aun cuando tú le traicionas a él y a otras personas miles de veces. El Espíritu Santo te ayuda a que tu corazón sea firme y a que tú seas “fiel hasta la muerte”, un fiel reflejo del Dios fiel. ¿Conoces el libro El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry? En este libro hay una frase maravillosa acerca de la lealtad: “Eres responsable para siempre de lo que has domesticado”.

MANSEDUMBRE

Donde está el Espíritu Santo, hay mansedumbre. Este fruto del Espíritu Santo dice: tendrás valor, pero será manso, es decir, un valor que no sea violento ni destruya más de lo que construye; sino que cura y crea algo hermoso. Tendrás valor, pero en combinación con amor y paciencia. Realizar algo grande con una paciencia amorosa, ésta es la audacia que le agrada a Dios. Jesús redimió al mundo mediante un tipo especial de osadía: recorrió el camino de la no violencia hasta la cruz.

DOMINIO DE SÍ

Donde está el Espíritu Santo hay dominio de sí. El Espíritu Santo dentro de ti logra que llegues a ser completamente tú mismo. Ya no estarás obsesionado por cosas que te aprisionan, personas de quienes te hiciste dependiente, dirigentes que te mangonean. Ya no te dejarás llevar por la codicia, ya no eres esclavo de tus pasiones. Serás libre para hacer lo que deseas hacer desde el fondo de tu corazón. Hacer el bien, que es para lo que te ha creado Dios.

ORACIÓN

Creo en el Espíritu Santo, “Señor y dador de ida”.
Creo en su soplo, imperceptible pero lleno de fuerza, que nos estimula a crear comunión con nuestros hermanos y formar una comunidad de salvados.
Creo que él nos hizo renacer en las agua del bautismo y nos constituyó hijos de Dios y hermanos de Cristo Jesús.
Creo que en la confirmación se renueva la gracia de Pentecostés y, fortalecidos con su unción, nos enviará como miembros de un pueblo profético a dar testimonio de Cristo en medio del mundo.
Creo que él nos constituye en una comunidad celebrante para glorificar a Dios Padre y participar en el misterio de Cristo con la oración y los sacramentos.
Creo que él hace siempre actual la Palabra de Dios que se proclama en nuestras celebraciones y suscita nuevas energías para que luego sea vivida en nuestra existencia.
Creo que él es quien suscita y anima nuestra oración, para que sea “en espíritu y en verdad”: la oración de los hijos que se dirigen a Dios como a su Padre.
Creo que él , a cuantos cada domingo , participamos en la eucaristía , nos llena de su energía, de su novedad, de su vida.
Creo que él es la sueva y eficaz memoria que nos hacer revivir día a día la Pascua salvadora de Cristo en nuestra vida.
Creo que él os anima a ser testigos y misioneros del evangelio de Cristo en nuestra familia y en nuestra sociedad.