RETIRO CUARESMA: 2º PARTE – VIERNES SANTO
¿Que celebramos el Viernes Santo?
Es el día en que crucificaron a Cristo en el Calvario.
En este día recordamos cuando Jesús muere en la cruz para salvarnos del pecado y darnos la vida eterna.
¿Cómo vivir el Viernes Santo?
El Viernes Santo no es un día de tristeza, sino de alegría contenida. En el fondo de la tragedia hay una esperanza.
Evitaremos detenernos en el Viernes Santo solamente. El Viernes, sin el Domingo de Resurrección, sería una concepción incompleta del misterio de Jesús.
Todo en la celebración tiene que ser sobrio, meditativo, cargado de una doliente realidad, pero, al mismo tiempo esperanzado. La muerte del Señor es lo fundamental de ese día y debe de quedar bien visible. No se saluda ni se despide a la asamblea, todo queda cortado, como en el aire, inacabado…La pasión del Señor no está acabada, está a medias. Ha que esperar a la Vigilia Pascual.
Dejando cosas, privándonos de alimento (ayuno y abstinencia) indicamos que nos queremos centrar en lo importante: La muerte de Jesús.
EL AYUNO que Dios quiere
Que no hagas gastos superfluos.
Que ofrezcas tu tiempo al que lo pida.
Que prefieras servir a ser servido.
Que tengas hambre y sed de justicia.
Que te comprometas en la lucha contra toda marginación.
Que veas en todo hombre a un hermano.
LA ABSTINENCIA que Dios quiere
Que no seas esclavo del consumo, los juegos, las modas.
Que te abstengas de tanta televisión.
Que no seas esclavo del sexo ni de nada.
Que te abstengas de toda violencia.
Que te alimentes de la palabra de Dios.
Que ofrezcas al Señor estar menos tiempo conectado a Internet (navegación, redes sociales, etc)
Que ofrezcas al Señor utilizar sólo lo imprescindible el teléfono móvil o enviar menos whassApp.
La muerte de Jesús
Aparente triunfo del mal sobre el bien.
Nos amó hasta el extremo y derramo su sangre por nosotros
Silencio Incomprensible del Padre. Dios no habla cuando nosotros se lo pedimos sino cuando su plan de salvación lo exige.
Los dioses de los paganos no morían por los hombres. Eran los hombres los que morían por los dioses. Aquí las cosas cambian: El Hijo de Dios morirá por los hombres.
La tragedia injusta de la muerte del Hijo de Dios la siguen viviendo hoy muchos hombres y mujeres. Sigue habiendo mucha injusticia y muriendo muchos sin culpa alguna.
Lo esencial es la entrega hasta el final. La muerte de Jesús es la entrega voluntaria por amor a los demás y que vence al odio extendiendo su amor hasta el último momento a los mismos enemigos que le dan muerte. Es así como se convierte en fuente de vida.
Jesús ama hasta el final sin exigir ser correspondido. Es un amor fiel, gratuito y generoso.
Nuestro peor enemigo
Vivimos en una sociedad que se engaña así mismo y que hoy también crucifica a Jesús como en aquel tiempo. Nosotros como parte de esa sociedad también crucificamos a Jesús. La sociedad nos ha educado con unos valores que hacemos propios:
Jesus muere cuando:
Cuando ve a su pueblo mirar para otro lado ante la injusticia
Cuando la sociedad va tan rápido que no tiene tiempo de ayudar a quien lo necesita: un rato compañía, compartir generosamente nuestros dones, nuestra alegría…
Cuando ve a su pueblo marginar a parte de los suyos por que no van al ritmo que la sociedad marca, estatus social o intelectual.
Cuando por cobardía dejamos que se den falsos testimonios sobre alguien.
Vivimos en una sociedad que parece que nos enseña que el fin justifica los medios y no importa si dejamos atrás a hermanos nuestros.
Cuando ve que no somos capaces de encarnarnos en el otro para intentar comprender.
En definitiva cuando ve que somos un pueblo individualista y que el mandamiento del AMOR, del que hablamos el día anterior, no lo hacemos vida en nuestras vidas.
Pero no por eso nos tenemos que compadecer de nosotros mismos. Dios no ha creado basura. Dios ha puesto en nosotros semillas exóticas, únicas. Somos únicos, eres único. No imites, no desees ser como otra persona. Se tu mismo por que sino habría un vacío en el mundo que nadie podría ocupar. Todos estamos hechos del mismo barro, todos tenemos miles de posibilidades inéditas.
Los contratiempos que podemos sufrir en nuestras vidas no son exclusivas nuestras. También lo que triunfan en la vida, los santos, han sufrido dolores y fracasos. Ellos han aprendido a que no hay paz sin dificultad, descanso sin tensión, risa sin dolor, victoria sin lucha y que éste es el precio que hay que pagar para vivir.
Seguro que has intentado hacer algo que al final has fracasado y te has decepcionado y has dejado de confiar en ti mismo y tener valor. No permitas que eso te vuelva a pasar. Si pierdes una oportunidad, aún te quedan otras muchas. La mejor muerte es la de aquel que muere luchando por la vida. Esa es la muerte que resucita.
La paciencia y el tiempo lo puede todo. Todo lo que has conseguido hasta ahora lo has obtenido a través de la perseverancia y la paciencia, paso a paso. Lo que, a veces, llamamos fracaso es el camino para el éxito que vendrá. Afronta el futuro sin dudas y sin desesperación. Parte siempre de la hipótesis de que todo saldrá bien. Dios no te hizo para fracasar. Te hizo capaz de lo imposible.
Dios te ha confiado la misión de ponerte tú mismo tu etiqueta y establecer tu precio. Si te valoras poco, la gente te comprará por poco y te usará, te manipulará y no te valorará casi nada. Si te valoras, como Dios te valora, la gente se dará cuenta que por ti hay que pagar un gran precio. Quizás nadie pueda comprarte.
Quitate las máscaras que te pones para seguir a la sociedad y no te deja ser tu mismo. Muere a tu falsa vida para conseguir tu nueva vida, vida que te convertirá en “ganador” que te hará resucitar.
La verdad te hará libre.