Jueves Santo…HORA SANTA
Señor Jesús
Vengo a estar contigo…
Deseo contemplar lo que has hecho.
EN LA NOCHE DE JUEVES PASARON TRES COSAS:
1.- Te quedaste con nosotros en la Eucaristía
2.- Nos diste el Nuevo Mandamiento,
3.- Estableciste el Ministerio.
Deseo acompañarte en este rato. Aquí me tienes. Tú me conoces.
Sabes mi vida entera:
mis inquietudes…
mis trabajos…
mis dificultades…
mis alegrías…
mis esperanzas…
Tú me conoces mejor que yo me conozco. ¡Que yo me vea como Tú me ves! Y te digo : “Yo sé que Tú me amas, y yo te amo, Señor Jesús”.
Vengo a contarte algo mío. No es que Tú no sepas mi vida. Pero me sucede que al contarte mi vivir comienzo a verme con tus ojos. Y comienzo a recibir tu fuerza en mi espíritu.
Yo sé que si hablo contigo, tú me sanarás.
Antes de nada te doy gracias por lo que tengo: el cariño, el techo, la comida, la familia, la cultura, la esperanza… y las cruces que vivo… ¡hazme fuerte en mi espíritu!
Y te suplico:
Cúrame de mis tibiezas, de mi superficialidad, de mi estar encerrado en mí mismo, de mis miedos a ser un buen cristiano.
Cúrame, Señor, de mi falta de libertad para amar, de mi insensibilidad ante cercanos y lejanos.
Dame tu luz en mis decisiones y tu fuerza en mis actuaciones…
Quédate junto a nosotros,
que la tarde está cayendo,
pues sin ti a nuestro lado
nada hay justo, nada hay bueno.
1. – TE QUEDASTE CON NOSOTROS
Esto nos cuenta San Marcos:
Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo:
«Tomad, éste es mi cuerpo. »
Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella.
Y les dijo:
«Ésta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos.
Yo os aseguro que ya no beberé del vino hasta el día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios. »
Entrega y resurrección
Esto pasó y sigue pasando en cada Misa.
El pan que das a los tuyos es tu CUERPO ROTO, atormentado y entregado, tu vida dada.
El vino en el cáliz del que bebemos es tu SANGRE DERRAMADA en la cruz, tu vida dada por nosotros.
Y dijiste aquello de “os seguro que ya no beberé del vino hasta el día…”y es que tu muerte no impedirá tu resurrección, que es triunfo sobre todo pecado y toda muerte.
Comulgar
Y nosotros ahora podemos comulgar de Ti, podemos recibir tu Vida cada vez que comulgamos.
Y cada vez que comulgamos de ti, nos vamos pareciendo más a ti. ¡Gracias, Señor Jesús!
¡Gracias porque te quedas con nosotros!
No somos dignos de recibirte.
Pero te amamos y por eso aceptamos tu vida entregada.
Tu sabes, Señor, que a veces no valoramos tu presencia viva en la Eucaristía de los Domingos.
Y abandonamos fácilmente la Comunión contigo. Me puedo pasar mucho tiempo sin recibirte….
La Misa
A veces, abandonamos fácilmente la Asamblea cristiana del Domingo.
A veces estoy en Misa con el cuerpo pero mis preocupaciones e intenciones están en otro sitio. Parece que te escucho en tu Palabra pero mi corazón está lejos de ti.
Otras veces tengo el gozo inmenso de la Misa del Domingo. Y vengo a ella con interés porqué me veo renovado por ti.
Ante el Sagrario
Te quedas con nosotros, real y silenciosamente, en cada Sagrario de nuestros Templos.
Pero a veces nosotros no valoramos tu Presencia, real y silenciosa, y no nos ponemos ante ti a rezar, a hablarte de nuestra vida, de nuestras ilusiones y esperanzas, de nuestras dificultades. No nos paramos verdaderamente a saber lo que podemos vivir.
Estoy por momentos en un ambiente con mucho ruido y poca paz y silencio interior. Necesito el silencio para escucharme y escucharte.
¿Cuantas veces a la semana entro en un Templo para hablar con Jesús que está en la Eucaristía que guardamos en el Sagrario?
Estoy ante ti, Señor
Antes de nada te doy gracias;
porque me has regalado la fe, la confianza en ti, y el amor que te tengo.
Porqué confío en ti y te quiero,
me reúno con otros y celebro tu Cena santa, la Misa.
En la Misa te escucho, y tu Palabra me sana.
En la Misa comulgo de tu vida y así me voy transformando en Ti.
Ojalá que siempre escuche tus palabras,
ojalá que siempre te busque y comulgue de Ti.
Resucitado, con la vida de Dios, estás en la Eucaristía.
Y al comulgar de Ti espero una vida nueva,
espero que venzas en mí la fuerza del pecado y la muerte.
Me encuentro débil muchas veces:
no me veo tan fuerte para amar,
la enfermedad me llega,
tengo dificultades en el trabajo,
a veces mi familia no es como espero.
Las dificultades en mi matrimonio… mis trabajos… y mis relaciones…
y pierdo la fuerza para arreglar las cosas,
me desanimo…
Y parece que ya no puedo caminar…
¡No me faltes en mi vida, Señor Jesús…!
Quédate junto a nosotros,
que la tarde está cayendo,
pues sin ti a nuestro lado
nada hay justo, nada hay bueno.
Buen amigo quédate a nuestro lado,
pues el día ya sin luces se ha quedado;
con nosotros, quédate para cenar
y comparte mi mesa y comparte mi pan.
2. – ANUNCIAS UNA TRAICIÓN
Pero antes de darnos tu vida hablaste de una traición.
Judas no acepta tu forma de ser. No acepta que Dios actúe como Tú dices y haces. Y quiere quitarte de en medio.
Entonces, Judas Iscariote, uno de los Doce, se fue donde los sumos sacerdotes para entregárselo. Al oírlo ellos, se alegraron y prometieron darle dinero. Y él andaba buscando cómo le entregaría en momento oportuno.
…Y al atardecer… mientras comían, Jesús dijo:Caminamos solos por nuestro camino, cuando vemos a la vera un peregrino; nuestros ojos ciegos de tanto penar,
se nos llenan de vida, se nos llenan de paz.
«Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará, el que come conmigo. »
Ellos empezaron a entristecerse y a decirle uno tras otro:
«¿Acaso soy yo?»
Él les dijo:
«Uno de los Doce que moja conmigo en el mismo plato. Porque el Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquél por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!»
Con un beso te entregaron en Getsemaní. ¡Hay tantos besos falsos!… ¡Estamos necesitados de tu verdad, Señor!
También a nosotros, a veces, nos molestas. Y queremos olvidarte. Y te abandonamos. Y te traicionamos.
Tu forma de ser y de vivir nos pide demasiado.
Y entonces te quitamos de en medio de muchas formas, te vendemos por algunas monedas.
Cada uno sabe las monedas por las que te cambiamos, te vendemos.
Te vendemos cuando despreciamos a los hermanos…
Te vendemos cuando nos callamos la verdad de Dios que Tú, Señor Jesús, nos traes..
Te vendemos cuando callamos la voz de nuestra conciencia cristiana…
Al ver también nuestra traición te pedimos:
“Señor Jesús, perdónanos, no permitas que nos alejemos de Ti…”
3. – NOS DAS EL MANDAMIENTO NUEVO
Esto nos cuenta San Juan:
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.
Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo:
– “Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?”Jesús le replicó:
– “Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.”
Pedro le dijo:
–“No me lavarás los pies jamás.”Jesús le contestó:
– “Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.”Simón Pedro le dijo:
– “Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.” …
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:
–“¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro”y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.”
- Al ver lo que has hecho, Señor, y al escuchar tus palabras te digo: Dame tu Espíritu, Señor Jesús, para que yo ame como tú amas.
- Señor, nos hemos acostumbrado a hacer una vida en la que cada uno busca su propio interés. Señor, que no me encierre en mi egoísmo.
- Tú nos dices que nos “lavemos los pies”, que nos sirvamos unos a otros.
Señor, mueve mi corazón para servir, según pueda, a otros.
- Nos dijiste: “Amaos unos a otros como yo os he amado”.
Señor Jesús, no podemos amar tanto si Tú no cambias nuestro corazón, nuestras formas de pensar y nuestras formas de actuar. - Tú sabes que hay falta de amor en nuestro mundo: ancianos solos, niños abandonados, matrimonios rotos, jóvenes desorientados, manejos a personas, abusos a personas…
- Tú sabes que son necesarias personas entregadas con ilusión para bien de otros en la política, en la economía, en la enseñanza, en la cultura…
- Tú sabes, Señor, que tu Iglesia debería ser una señal de dedicación a los pobres y a los que sufren… Y hay en tu Iglesia muchas personas que aman pero muchas veces nos ocupamos sólo de nosotros mismos.
- Señor, danos un corazón grande para amar… Nunca nos falte tu amor y el amor que tenemos a otros.
- Señor, dame tu Espíritu, tu fuerza para que nunca me canse de amar…
Tus palabras fueron la luz de mi espera y nos diste una fe más verdadera;
al sentarnos junto a Ti para cenar, conocimos quién eras al partirnos el pan.
Os doy un mandato nuevo (2)
Que os améis
como yo os he amado (2)
4. – ANUNCIAS UNA NEGACIÓN
Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos. Jesús les dice: «Todos os vais a escandalizar, ya que está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas. Pero después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea. »Pedro le dijo: «Aunque todos se escandalicen, yo no. »Jesús le dice: «Yo te aseguro: hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres. »Pero él insistía: «Aunque tenga que morir contigo, yo no te negaré. »Lo mismo decían también todos.
Yo también te niego a veces Señor Jesús…
Y digo que no te conozco de mil formas:
- Cuando alguien me pide ayuda y digo que no puedo…
- Cuando alguien me pide una palabra cristiana y no se la digo…
- Cuando alguien me pide un buen consejo y no lo doy…
- Cuando alguien espera de mí que actúe valientemente y me acomodo a lo más fácil…
- Cuando le doy más importancia a la costumbre y tradición humana que a tu palabra…
- Cuando me da vergüenza confesar mi condición cristiana… cuando oculto mi fe si esta me va a ocasionar problemas en mi ambiente.
Pero sé que me perdonas y me amas.
Y al saberme perdonado se renueva mi corazón.
Estoy dispuesto a volver a seguirte, a ser discípulo tuyo, a ser un buen cristiano…
Aunque todos… yo no te negaré…
5. – Y ORAS SÓLO
Van a un huerto, Getsemaní, y dice a sus discípulos: «Sentaos aquí, mientras yo hago oración. »Toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir pavor y angustia. Y les dice: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad. »Y adelantándose un poco, caía en tierra y suplicaba que a ser posible pasara de él aquella hora. Y decía: «¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí este cáliz; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres Tú.»Viene entonces y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: «Simón, ¿duermes?, ¿ni una hora has podido velar? Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil. »Y alejándose de nuevo, oró diciendo las mismas palabras. Volvió otra vez y los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados; ellos no sabían qué contestarle. Viene por tercera vez y les dice: «Ahora ya podéis dormir y descansar. Basta ya. Llegó la hora. Mirad que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos! ¡vámonos! Mirad, el que me va a entregar está cerca. »
Al principio de su vida pública, los evangelistas nos presentan las tentaciones que Jesús tiene que superar para ser verdaderamente el Mesías que Dios quiere: tentaciones de vida fácil, de prestigio, de poder.
Jesús renuncia a todo esto y emprende un camino que tiene como únicas armas el amor y la entrega personal (la fuerza interior del Espíritu Santo que nos hace capaces de darnos y dar…) . Y entonces, dice el evangelio, «el diablo se alejó hasta el momento oportuno»(Lc 4, 13).
Ahora ha llegado el momento oportuno, el momento de la tentación definitiva. Todo el amor que Jesús ha vivido y ha ayudado a vivir, toda la confianza filial en Dios, encuentra como única respuesta el abandono.
Incluso los discípulos más amigos duermen, y Dios parece ausente. Jesús está sólo. Y suda sangre y desea ardentísimamente que todo aquello que le está pasando no sea verdad.
Pero, como al principio de la vida pública, aquí también vence un convencimiento que es más fuerte que todo: la vivencia profunda que marca, en lo hondo del corazón, allí donde se toman las auténticas decisiones, su unión filial con el Padre. El evangelio de Marcos, en este momento clave, pone en boca de Jesús la palabra que define su vida, la palabra que había aprendido en casa, de pequeño, en su lengua aramea: «¡Abba!». Y aunque parezca que el Padre no está, Jesús lo vive, se pone confiadamente en sus manos, y se dispone a llegar hasta el final.
- Señor Jesús, también yo ahora digo igual que Tú dijiste: Desearía que pasara de largo, que no me tocara ninguna cruz…
¿Qué cruces llevo ahora?
- A veces estoy dormido ante las cruces de otros… ni las conozco ni pienso conocerlas…
¿Qué cruces tienen los que viven conmigo? ¿Estoy dispuesto a quitarlas?
- Quiero aceptar tu voluntad Dios, Padre mío, tu voluntad a veces costosa. Pero si acepto tu voluntad seré transformado por ti y transformaré la vida.
Señor Jesús, te pido que me des fuerzas para llevar mi cruz y para ayudar a otros a llevar la suya.
No quisiera nunca ponerle cruces a nadie.
Nadie tendrá disculpa diciendo que cerrado halló jamás el cielo si el cielo va buscando.
Pues vos, con tantas puertas en pies, manos y costado, estáis de puro abierto casi descuartizado.
Quédate junto a nosotros,
que la tarde está cayendo,
pues sin ti a nuestro lado
nada hay justo, nada hay bueno.
Buen amigo quédate a nuestro lado,
pues el día ya sin luces se ha quedado;
con nosotros, quédate para cenar
y comparte mi mesa y comparte mi pan.