🌻 SEAMOS GIRASOLES 🌻

SEAMOS GIRASOLES

Día tras día, al amanecer, el Sol se encuentra con los girasoles que lo siguen en su ruta de este a oeste (heliotropismo/ fototropismo).

Al llegar la noche, sus flores giran en sentido contrario para estar preparados para el nuevo día, de manera que al llegar la siguiente alborada, el Sol los vuelva a encontrar.

Hasta aquí nada nuevo…

Pero podemos descubrir también que así como el girasol busca la luz del Sol para nutrirse y asegurar su desarrollo, de una u otra forma y muchas veces incluso sin saberlo, todas las personas buscamos luz para nuestra alma. Luz que guíe, y sea camino, luz que despeje las tinieblas, y sea verdad, y luz que nos alimente y plenifique, siendo vida eterna. Los cristianos sabemos que esa luz solo puede venir de Dios, quién nos ama incondicionalmente.

“Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré” (Mt 11, 28)

Pero, no siempre las condiciones climatológicas lo permiten. ¿Qué sucede con los girasoles cuando los días grises no les dejan disfrutar de los rayos del Sol? ¿Qué pasa cuando llegan los días nublados, las intensas tormentas que muchas veces no nos dejan seguir en pie…? Cuando nos sentimos débiles, enfermos, tristes, abatidos, angustiados y desamparados…

Ahí es donde la naturaleza, a través de la cual tantas veces Dios nos habla, nos da una gran lección.

Lejos de marchitarse, doblegarse…como otras plantas, los girasoles se mantienen erguidos y se vuelven unos a otros para entregarse su vital energía y resistir hasta la llegada de un nuevo día.

Impresionante, ¿verdad?

Así mismo podemos hacer nosotros. Ante la dificultad, buscar nuestra luz interior pues, ¡el Espíritu Santo mora en cada uno de nosotros!

“Vela por el precioso depósito con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros.” (2 Tim 1, 14)

Y convertirnos en reflejos. Reflejos de luz y de todo lo bueno que Dios ha puesto en nuestro corazón, compartiéndolo y ofreciéndolo a los demás. Es la única forma de no hundirnos más y seguir creciendo. Al ayudarnos, nos fortalecemos.

“Por eso exhortaos recíprocamente y edificaos los unos  a los otros, como ya lo hacéis.” (Tesalonicenses 5, 11)

Con esta reflexión, basada en una gran lección de la naturaleza, os animo a no cansarnos de buscar, con alegría días tras día, la luz de Cristo, que nos lleva al Padre. Así, descubriremos a qué estamos llamados, seguiremos creciendo y disfrutando de la felicidad que solo Él nos ofrece, pero también, cuando lleguen los momentos difíciles, tendremos la fuerza suficiente para no doblegarnos y seremos capaces de dar testimonio de su luz. De esta forma, con nuestra vida, ayudaremos a los que tenemos cerca a salir victoriosos también ante cualquier dificultad.

 “Jesús les habló otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”  (Juan 8, 12-13)

Fuentes: