CATEQUESIS DE CONFIRMACIÓN – Dios nos ama, nos perdona y nos restaura

“Reciban el Espíritu Santo. A quienes perdonen los pecados, les quedarán perdonados y a quienes se los retengan, les quedarán retenidos.” (Jn 20, 22-23)

1) DIOS NOS REGALA UN NUEVO COMIENZO

Juntos rezamos diciendo…

En este tiempo de Cuaresma, 

cuando nos preparamos para celebrar

la muerte de Jesús y su vida para siempre, 

te pedimos, padre, que renueves nuestro interior

para que creamos de verdad en Él

y sepamos vivir como Él. 

Demasiado a menudo nos pueden

la pereza y el desinterés. 

Demasiado a menudo sólo miramos por nosotros. 

Y no somos capaces de ver la felicidad que podemos encontrar

si abrimos los ojos como Jesús, 

si actuamos como Jesús, 

si amamos como Jesús, 

si te amamos a ti, Dios, Padre

como Jesús te ama. 

Padre, perdona el mal que hay en nosotros, 

la inconsciencia y la pereza que hay en nosotros.

Padre, renuevanos, 

condúcenos por el camino de la conversión, 

acércanos a Jesús, 

para que sepamos hallar la felicidad

allí donde Él la hallaba. 

Todo pecado que cometemos se dirige en último término contra Dios mismo. Él nos ha creado de un modo maravilloso. ¿Y qué hacemos con este don? Miramos como poco a poco se vuelve sucio y feo. Esto no es lo que Dios quiere. Nos da una oportunidad única para hacer de nuevo nuestra vida tan hermosa y fuerte como en el momento en el que fuimos creados por Dios como sus hijos amados.

Necesitas que Dios te acoja en su gran amor y ponga tu contador a cero. “Aunque vuestros pecados sean como escarlata, quedarán blancos como la nieve”. Sigue, por tanto, tu deseo de que Dios te vuelva de nuevo perfecto y hermoso. Haz el esfuerzo, acércate a la confesión, especialmente ahora que deseas ser confirmado. Reflexiona: también los sacerdotes se confiesan. El mismo Papa se arrodilla regularmente en el confesionario, para decirle a un pobre sacerdote sus pecados y omisiones y dejarse reconciliar de nuevo con Dios. ¡Imagínate al sacerdote que tiene que escuchar los pecados del Papa!

2) VOLVEMOS AL PADRE

  • ¿QUÉ ES LA CONFESIÓN?
    • La confesión es como un periodo update en mi vida. Si dejo escapar este update, todo mi software se viene abajo en un día. Mi ordenador portátil está expuesto a ataques de virus y troyanos.
    • La confesión es como el mantenimiento del coche. A más tardar, cada 30.000 kilómetros, el coche tiene que ir al taller; de lo contrario, la cosa no marcha y el motor se estropea. La Iglesia dice: al menos una vez al año, preferiblemente antes de la Pascua, todo católico debe confesarse.
    • La confesión es como una ducha tras una larga caminata. Regresas muerto de cansancio a casa. El polvo de la calle se ha mezclado con tu sudor. Apestas, es imposible ir así entre la gente. Sin embargo, después de una ducha te sientes como nuevo. Tu piel puede volver a respirar. Vuelve el ánimo. Te pones ropa limpia y fresca.
    • La confesión es como el final feliz del viaje de un kamikaze. Pecar es como conducir en sentido contrario. Si quieres evitar un choque frontal, sólo tienes una oportunidad: ¡para el coche y da la vuelta!
  • ¿CONFESARME YO? ¿POR QUÉ Y PARA QUÉ?

Para entender lo que es el pecado me gustaría poner un ejemplo. Imagina que compras una batidora y, al llegar a casa, se te ocurre la genial idea de usarla para planchar la última camisa hawaiana que has comprado en Zara. Puedes pensar que es tu batidora y que quieres hacer con ella lo que te dé la gana, que eres libre para ello… pero, seguramente, después de usarla así la camisa quede más fashion de la cuenta y te toque tirarla o usarla como trapo del polvo.

El pecado, del mismo modo, no es más que hacer un mal uso de ese manual de instrucciones con el que todos nacemos -la conciencia- que nos enseña a usar correctamente nuestro ser y libertad para que seamos felices. Cuando usamos nuestra libertad de forma errónea, cuando no atendemos a esa conciencia que, inspirada por la ley natural, los mandamientos y las enseñanzas de Jesucristo nos indica el camino correcto, estamos usando la batidora para planchar camisas, estamos tirando nuestra auténtica felicidad.

Y, en este contexto, la Confesión es el mecanismo para que soltemos esa pesada carga  -comúnmente llamada pecado- que nos esclaviza, nos roba la alegría y no nos deja ser mejores. Y bueno, ¡claro que la confesión es un invento! Pero no de los curas, sino que fue el primer invento de Jesucristo resucitado que dijo a sus apóstoles: a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados (Jn 20,23).

No dejes de acercarte siempre que lo necesites al Sacramento de la Penitencia para recuperar la amistad del Amigo que nunca falla. Si estás triste, amargado, enfadado, si tu vida ha perdido todo su sentido…, hoy es un gran día para que acudas al sacramento de la alegría y el perdón. 

Él te espera con los brazos abiertos, no lo olvides.

3) NOS PREPARAMOS PARA LIMPIAR NUESTRO CORAZÓN

Jesús,

sé que he actuado mal,

sé que no he hecho lo que tú esperabas de mí,

sé que con mi forma de actuar

me he alejado del camino de tu amor.

Me sabe mal haber actuado así

porqué tú me amas,

y tu camino es el camino de la felicidad.

Jesús, te pido perdón,

y te pido tu fuerza

para vivir como tú viviste.

  • MÉTODO R5
    • Reconocimiento: me doy cuenta de que la he fastidiado. Antes de decidirme a ir a confesarme y, con ello, regresar a Dios, debo reconocer que me he alejado de Dios. Tengo que reflexionar y pensar cuándo he actuado de una forma distinta a la que Dios espera y desea de mí. En esta investigación de tu interior te puede ayudar el examen de conciencia.
    • Remordimiento: lo siento de verdad. La confesión sólo tiene sentido cuando de verdad estoy arrepentido de mis fallos y de verdad siento lo que he hecho mal. Si no es así, me puedo ahorrar todo lo demás.
    • Reformar: mejor no lo vuelvo a hacer en adelante. Eso significa que me tomo en serio comportarme de otra manera en el futuro. Porque cuando yo reconozco que algo no fue buena idea, pero a la vez pienso en volver a hacerlo, no ha habido un verdadero arrepentimiento y no estoy dispuesto en reformar mi vida. Que yo vuelva a equivocarme más adelante sin quererlo, es otra cosa. Lo importante es tener un firme propósito en este momento de cambiar y hacer las cosas mejor.
    • Relatar: confieso que he metido la pata. Seguramente se trata del paso más difícil. Pero es importante que se digan los propios pecados porque así nos libramos de barrer y esconderlo  debajo de la alfombra como si no fueran importantes. Después de un relato sincero viene la absolución del sacerdote, ¡y ya están perdonados tus pecados!
    • Reparar: estoy dispuesto a repararlo, aunque posiblemente sea algo un poco incómodo. Nuestra disposición de reparar aquellos daños materiales e inmateriales que hemos causado (al menos de forma simbólica) se muestra en la penitencia. La mayoría de las veces el sacerdote te pide que hagas oración como penitencia.
  • ¿CÓMO HACER UN BUEN EXAMEN DE CONCIENCIA?

“Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros.” (1 Jn 1,8)

Recuerda los 10 mandamientos…

  1. Amarás a Dios sobre todas las cosas.
  2. No tomarás el nombre de Dios en vano.
  3. Santificarás las fiestas.
  4. Honrarás a tu padre y a tu madre.
  5. No matarás.
  6. No cometerás actos impuros.
  7. No robarás.
  8. No dirás falso testimonio ni mentirás.
  9. No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
  10. No codiciarás los bienes ajenos.

Haz silencio, ora, y escucha a Jesús…

Hola amigo/a, ¿cómo va el día? Soy Jesús. ¿Me has llamado?

Yo estoy siempre contigo aunque no te des cuenta.

Sé que lo que vas a hacer ahora te va a costar trabajo, porque a nadie le gusta admitir sus errores, pero no te preocupes, que yo te conozco bien y te voy a ayudar, sólo te pido que confíes plenamente en mí y seas sincero….recuerda el principal mandamiento: “Amor a Dios y amor al prójimo”

¡¡¡Manos a la obra, verás que alegría cuando acabemos!!!

Tú familia…

¡Uf! Comentas que tus padres no te comprenden y son muy pesados pero…

  • ¿Te has puesto en su lugar para comprenderlos?
  • ¿Cumples tus obligaciones (estudio, tareas, horarios, etc.) para con ellos?
  • ¿Colaboras en tu familia para que haya paz, amor y buenas relaciones?
  • ¿Eres obediente a tus padres y respetas a los mayores?
  • ¿Les exiges a tus padres más de lo que pueden darte (dinero, ropa, caprichos)?
  • ¿Cuándo intentan hablar contigo pasas de ellos?
  • ¿Te aprovechas de tus hermanos para endosarles el trabajo que tienes que hacer?
  • ¿Odias, envidias y tienes celos de tus hermanos?
  • ¿Vives el respeto, el amor, la fidelidad en tu familia?

Tus amigos/as, el prójimo…

  • ¿Tratas a los demás como quisieras ser tratado por ellos o utilizas a las personas según tu conveniencia?
  • ¿Los críticas cuando otros los critican?
  • ¿Los defiendes cuando otros los acusan de falsedades?
  • ¿Te haces el ciego y el olvidadizo para no ayudarles?
  • ¿Cumples la palabra que das?
  • ¿Dices mentiras de alguno de ellos/as?
  • ¿Los tratas como te gustaría que te trataran a ti cuando cometen un fallo?
  • ¿Los envidias cuando tienen algo que tú no tienes?
  • ¿Eres fiel a la verdad en las relaciones con los demás o te dejas llevar por las murmuraciones, los juicios infundados?
  • ¿Cómo vives la solidaridad con los pobres? ¿Eres sensible a las necesidades de quienes tienen menos que tú o te  despreocupas por completo de enfermos, pobres, ancianos, inmigrantes…?
  • ¿Te preocupas por los problemas de los demás?
  • ¿Cuidas las buenas relaciones con los demás?

Tu trabajo/estudio…

  • ¿Estudias y trabajas porque te obligan o porque quieres ser responsable y formarte?
  • ¿Estudias al final para los exámenes, porque no planificas tu tiempo y hay otras cosas más importantes que te roban el tiempo?
  • ¿Te has puesto en el lugar del profesor para comprenderle y entenderle?
  • Si hay un problema en clase, ¿ayudas a resolverlo?

¡Ánimo, vamos bien, pronto acabamos!

Tú mismo…

  • ¿Analizas a menudo cómo eres y cómo vas?
  • ¿Te haces compromisos para cambiar?
  • ¿Eres amable, cercano, sensible y alegre con los que te rodean?
  • ¿Has sido soberbio y egoísta?
  • ¿Te sientes separado de alguien por riñas, disputas y peleas?
  • ¿Eres humilde para pedir ayuda a tus amigos, padres, catequistas, profesores?

Con Dios…

  • ¿Es Dios quien inspira tu vida o, por el contrario, te interesan otras cosas: el bienestar, la comodidad, el dinero…?
  • ¿Te acuerdas de Él sólo en los momentos difíciles?
  • ¿Tienes confianza en Él?
  • ¿Hablas con Él de tus cosas?
  • ¿Participas en la Misa del domingo?
  • ¿Con qué actitud participas en la Eucaristía?
  • ¿Te preocupas de conocerle más y más mediante la lectura de la Palabra de Dios y la catequesis?
  • ¿Cuidas la oración personal y comunitaria? ¿Te acuerdas de ofrecerle a Dios los trabajos, las dificultades y los gozos de cada día? ¿Le pides ayuda?
  • ¿Le hablas y lo consideras como un Padre bueno que te ayuda?

Anda, atrévete a vivir siempre junto a Él. Él y yo, mediante el Espíritu Santo, te decimos: Te quiero, Tú eres importante para nosotros. Un abrazo colega. Tu amigo Jesús.

4) PEDIMOS PERDÓN

Jesús,

reconozco que muchas veces sólo pienso en mí

y no me preocupo por los demás;

que sólo quiero hacer lo que me gusta,

y no ayudo en casa,

ni estoy atento en el colegio/instituto,

ni trato bien a la gente,

ni soy capaz de compartir con los demás

lo que tengo.

Jesús,

te pido que me perdones

y me enseñes a ser como tú,

y a llevar alegría a los que están a mi alrededor.

¿Estás dispuesto a experimentar el verdadero efecto liberador de la confesión? En el sacramento de la reconciliación descubrimos la belleza del amor y de la misericordia de Dios. Él no condena. Él abraza tu humanidad y te dice “Levántate, hijo mío, hija mía, te perdono. Todavía tengo muchos planes para ti.”

En la confesión recibimos una fuerza liberadora y un nuevo comienzo con Dios. Y la alegría de esta experiencia es realmente visible.

¡Aprovecha para correr hacia Jesús y decirle que lo lamentas! 

Y recuerda…

…Jesús puede curar las heridas más profundas de nuestros corazones.

…necesitamos a Jesús en nuestras vidas. 

…queremos seguir la llamada de Dios para vivir una vida santa y feliz. 

¡Comienza de nuevo! ¡Confiésate!

  • RITO DE LA CONFESIÓN

¡Hola, Dios, otra vez estoy aquí! He metido bastante la pata. Me he apartado del camino. Sé exactamente por qué. Todo pecado, cualquier falta de amor, te afecta. ¡Sólo tú eres Dios! Sólo tú puedes perdonarme.

¡Aquí estoy, perdóname!

El sacerdote te saluda. Después es tu turno. Haz la señal de la cruz y di:

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén. 

Entonces, con estas palabras u otras parecidas, dice el sacerdote:

Dios, que ha iluminado nuestro corazón, te conceda un verdadero conocimiento de tus pecados y de su misericordia.

Tú respondes:

Amén.

¡Así, pues, es muy fácil!

Ahora tienes tiempo para tu confesión, por tanto, tiempo para acusarte de tus faltas. Suena estúpido, pero es intencionado. Debes reconocer tu culpa, no explicar tu inocencia. ¡Por tanto una verdadera acusación personal! Uau, hace falta valor para eso.

Debes decir simplemente a qué reconocimiento has llegado tras haber analizado tu vida en la presencia de Dios. Hay dos cuestiones fundamentales, ambas igualmente importantes.

La primera es la siguiente: ¿Que he hecho mal?

Y la segunda: ¿Qué obras buenas he dejado de hacer?

Un pequeño consejo: a veces pecamos más por lo que no hacemos que por lo que hacemos. Tenlo en cuenta en caso de que no te acuerdes de tus pecados.

Y siempre puedes utilizar tu hoja de confesión como ayuda.

Al final de tu confesión debes decir algo con lo que expreses tu arrepentimiento. Por ejemplo: Éstos son mis pecados. Lo confieso con arrepentimiento y humildad.

¡Ahora es el turno del sacerdote!

Él te puede formular alguna pregunta pero lo hará con todo cuidado y amabilidad. El sacerdote no pretende investigarte. Es tu confesión. El confesor ejerce en ti un ministerio divino. Quiere ayudarte a que reconozcas bien tus pecados y puedas expresarlo correctamente en palabras.

Luego te da un consejo espiritual, es decir, te dice a qué cosas le debes prestar especial atención.

El sacerdote te impone en este momento una pequeña “penitencia” que, generalmente, se trata de un determinado tipo de oración que deberás hacer tras la confesión. Esto debe ser un pequeño signo de penitencia por tu parte que expresa tu voluntad de reparar la ofensa que infligiste a Dios con tu pecado. Esta reparación forma parte del sacramento de la penitencia. También forma parte del sacramento que des lo mejor de ti para reparar los daños ocasionados por tu faltas. Por tanto, si has robado algo debes devolverlo (esto puede hacerse de forma anónima). Si has herido a alguien debes, al menos, pedir disculpas.

Después el sacerdote te puede conceder la absolución.

Dios, Padre misericordioso,

que reconcilió consigo al mundo

por la muerte y la resurrección de su Hijo

y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados,

te conceda, por el ministerio de la Iglesia,

el perdón y la paz.

Y yo te absuelvo de tus pecados

en el nombre del Padre, del Hijo

y del Espíritu Santo. 

Tu respuesta es: Amén. 

Para concluir, dice el sacerdote:

El Señor ha perdonado tus pecados. Vete en paz. 

  • ¡BORRÓN Y CUENTA NUEVA!

Los signos que nos presiden son la cruz y una corona de espinas que nos recuerda la corona que los soldados romanos pusieron a Cristo en su cabeza, burlándose de que era Rey. Pinchos agudos donde clavaremos nuestro mal. 

  1. Después del examen de conciencia y de recordar el ritual de la confesión escribiremos en un papel, símbolo de nuestro corazón, nuestras faltas. 
  2. Iremos a confesar,  a “limpiar nuestro corazón.”
  3. Tras la confesión, el sacerdote nos entregará un papel nuevo, símbolo de nuestro “corazón limpio”. 
  4. Dejaremos nuestro papel de “corazón sucio” junto a la corona de espinas.
  5. Al pasar ante la Cruz, nos arrodillaremos, en señal de agradecimiento por el perdón recibido. 
  6. Una vez con el corazón limpio, me comprometo a…piénsalo y escribe tu compromiso para luchar por el bien en tu “corazón limpio”. 

5) GRACIAS SEÑOR

Dios nos regala un nuevo comienzo.

Gracias Jesús por el sacramento de la Reconciliación, 

que me ayuda a saberme perdonado,

que me tranquiliza la conciencia. 

Gracias Jesús por las ganas de cambiar que siento dentro de mí. 

Te pido Jesús que nunca me canse de pedirte perdón. 

Te pido Jesús que nunca me canse de perdonar.

POR TU CRUZ Y RESURRECCIÓN NOS HAS SALVADO, SEÑOR

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