¿Qué es orar?

“¿Qué es orar?”

La pregunta es la antesala de la sabiduría, como el deseo lo es del encuentro y la sed de la búsqueda del manantial. Pregunta el que no sabe, pero quiere saber. Tenemos presente el mundo de hoy, saturado y hambriento, sin preguntas o con preguntas por la subsistencia. ¿Se hacen hoy muchas mujeres y hombres la pregunta sobre la oración?

Muchas respuestas 

A esta pregunta hay muchas respuestas, tantas como experiencias de oración. “Dios es la eterna novedad” (San Juan de la Cruz) y los caminos de encuentro con él son también nuevos. Cada testigo nos ha contado su experiencia, nos ha destacado en qué ha puesto el acento. Y el Espíritu no se contradice en la variedad de respuestas. Enséñanos a orar Si algo sabían los discípulos de Jesús eran oraciones. Eran judíos y tenían que recitar varias durante el día. Pero vieron cómo vivía Jesús, lo fascinante que era su libertad y su ternura, su pasión por el Reino y su oferta de amistad, y se acercaron para pedirle: “Enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús les mostró su corazón, les enseñó al Padre, les dio su vida, su secreto, lo que llevaba de más entrañable dentro.

Pregunta a los testigos: ¿Qué es orar?

Esto es lo que alguno de ellos responde a la pregunta:

* San Juan Damasceno: “La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes”.

* San Agustín: “La oración es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de El”.

* Santa Teresa del Niño Jesús: “Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde la prueba como desde dentro de la alegría”.

* Nuevo Catecismo: “La oración es la relación viva de los hijos de Dios con su Padre infinitamente bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo”.

* Santa Teresa de Jesús: “A mi parecer no es otra cosa oración sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”.

Algo imprescindible Los protagonistas:

– Dios, que se da a sí mismo. La oración es ante todo un don de Dios misericordioso que nos trata como a hijos, sin mérito alguno de nuestra parte, y nos da al tiempo el poder de escucharle y responderle como a Padre. La oración es lo que hace Dios con el hombre, y no al revés. No conviene perder de vista este hecho primordial. Poder orar es, para nosotros, una gracia increíble, un don inmenso.

– La persona humana, que responde. El don de Dios hace posible la respuesta del hombre. El hombre se siente hijo y no recibe los dones como siervo mudo, sino que acoge y agradece y actúa con iniciativa en el diálogo con Dios. La oración requiere empeño por parte del creyente, que se abre a Dios con todo su ser.

– El encuentro. Dios, que muestra su rostro y se desvela como apasionado buscador del hombre, y el orante, que también quiere descubrirle su rostro a Dios en verdad, se encuentran y se comunican. Surge así un encuentro en fe y amor, diálogo de amistad, trato familiar.

A tener en cuenta

* Sé consciente de que Dios quiere entrar en comunión contigo. Llama a tu puerta para entablar amistad contigo. Abre.

* Busca tú momentos para estar con él. Fuérzate en alguna ocasión. La oración es un encuentro con Dios en la verdad, la de él y la tuya.

* Aprende a estar ante El, con El, y de El.

* Recuerda siempre que la oración es un don y lleva a la vida.

MOMENTO DE ORACIÓN

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Aquí estamos… Con nuestros nombres y nuestros años, con nuestro dolor y nuestro gozo. Y con nosotros viene mucha gente. Vienen los que hoy han sido noticia en el mundo, sobre todo, por su dolor. Vienen tantas personas anónimas que buscan algo más. Aquí estamos abiertos, disponibles para el encuentro con Dios.

Aquí estás, Señor… Tú siempre estás. Siempre estás a la espera, con el oído inclinado y el abrazo preparado. A menudo nos esperas mucho. Tienes ganas de vernos, de que estemos contigo, porque nos quieres.

Texto bíblico: Lucas 18,9-14

A algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás les dijo esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: ¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias.’ En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!’ Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce será humillado; y el que se humille será ensalzado.»

Dos hombres subieron al templo a orar, el fariseo y el publicano.

– Preséntate al Señor con una actitud humilde. No pretendas ser más de lo que eres. – Preséntate con un corazón abierto a los hermanos. Que el orgullo de creerte bueno no te lleve al juicio o la condena de los otro

Oración: 

Padre nuestro…

María enséñanos a orar como oraste tú.

Proclama mi alma la grandeza del señor. Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador”

EL QUE ORA ESTRENA UN CAMINO DE AMISTAD Y FRATERNIDAD