Sor Cristina

El pasado 20 de marzo falleció Sor Cristina, monja de las comunidad de Franciscanas Descalzas de las Bernardas (Jaén). 

María Vega Muñoz, nació el 17 de diciembre de 1922 en el seno de una familia sencilla, humilde y cristiana de Campillo de Arenas. Muy joven llegó a Jaén, a “servir”, y en su trabajo se sintió llamada a seguir al Señor como religiosa. 

Mis primeros recuerdos de Jaén, en mi niñez, me trasladan a la Puerta del Ángel, y me llevan de la mano de mi abuela Julia a una misteriosa sala con “hierros” (locutorio), junto a la comunidad de religiosas, una riquísima limonada y unos deliciosos dulces…en nuestra visita a la “tita la monja”.

Hoy no puedo dejar de pensar en ella. En cómo fue su vida y cómo han sido sus últimos días. Resuena en mi cabeza su siempre alegre y pizpireto saludo al salir al locutorio a vernos; su rostro risueño, y la velocidad de vértigo con la que nos hablaba…pues había mucho que compartir y poco tiempo “¡qué me tengo que ir al coro!”. Siempre se despedía diciendo “que volváis pronto”. Siempre nos esperaba, tras Navidad, al llegar la Pascua…

Sor Cristina entró en el convento el 29 de junio, día de San Pedro, de 1952 y se entregó a su vocación religiosa con mucho fervor: practicó casi hasta el final la lectura espiritual, fue cantora, enfermera, portera, sacristana…y en sus últimos años ayudó incansablemente en el obrador de dulces. Se sentía feliz y plenificada al perseverar en su vocación, aunque como ella misma decía “hay días más oscuros y días más claros”. Daba gracias a Dios por morir con su vocación intacta, que explicaba que “es un don de Dios, que manda; uno no lo elige, sino que es el Señor quién te elige”, y decía que cómo había podido fijarse el Señor “en esta birria de mujer, tan chica, tan menudilla, tan ignorante”. Pero acto seguido explicaba, que el Señor se fija en lo más humilde, en lo más sencillo. 

Las monjas dicen que era muy ordenada y pulcra. Ha sido para muchos ejemplo de perseverancia, gozo y alegría por su vocación de clarisa. Ella siempre nos decía que no quería salirse del “camino recto”. 

Con su familia siempre fue muy cercana y cariñosa. Sufría y se alegraba por y con nosotros. Su ilusión, preocupación y oración los ponía en cada uno de nuestros proyectos, hasta sus últimos días. 

La madre superiora dijo en su entierro que “ha vivido a tope”. Y es que ha sido una mujer intensa, fuerte, con genio e inquebrantable fe, trabajadora incansable, espontánea, cariñosa  y graciosa. Pasaba el tiempo volando ante sus innumerables preguntas y un sinfín de anécdotas y recuerdos. Pese a sus 99 años, derrochaba vitalidad y simpatía. Ella se sentía bendecida por su lucidez , y es que ¡vaya memoria tenía!

A Sor Cristina le encantaba encontrarme, aunque fuera de refilón, en la revista Iglesia en Jaén. Le llenaba de gozo verme crecer y madurar en la fe mientras participaba en actividades diocesanas de jóvenes, pastoral universitaria, pastoral de la familia y colaboraba en mi parroquia de San Ildefonso. Y por ello, ante este hermoso recuerdo de su cara de felicidad al poder verme en fotos del Camino de Santiago, las JMJ, las Vigilias de la Inmaculada, los Adoremus, retiros, campamentos parroquiales… escribo estas palabras de acción de gracias en su recuerdo. 

Me siento feliz y agradecida a Dios porque ha tenido una muerte dulce en brazos de sus hermanas, que tanto la han querido y cuidado, y a las que tanto quería. Ella siempre nos decía “me tienen como una reina”. Y qué gran verdad, cuánto amor, cuánta ternura, cuánto cariño y qué fortaleza derrochan las hermanas pese a las dificultades que se les plantean. 

Gracias, a esta comunidad de hermanas que ha sido, es y será siempre familia. Gracias por vuestra incansable oración que tantas veces nos sostiene, por vuestra entrega y dedicación generosa al Señor; gracias por vuestro alegre testimonio de trabajo, sacrificio, fraternidad y sencillez; gracias por vuestra acogida, cariño y cercanía. Sois fiel reflejo de San Francisco y Santa Clara de Asís, vuestros fundadores. 

Damos gracias a Dios por su vida, sus 99 años han sido un regalo, y le pedimos a Sor Cristina que interceda por nosotros, por su Comunidad y su familia, a la que tanto ha querido. 


Descansa en paz tita, Sor Cristina, y goza siempre de tu Amado.