Vigilia de la Inmaculada’14 – “Alégrate con María”

VIGILIA DE LA INMACULADA 2014

“Alégrate con María”

 

Arciprestazgos Ntra. Sra. del Valle & Virgen de la Capilla de Jaén

VIGILIA INMACULADA 2014 JAÉN

Jóvenes que se están preparando para su confirmación, el grupo de adolescentes Kairós, de jóvenes Youcat junto con jóvenes pertenecientes a las diferentes cofradías de nuestra parroquia hemos participado en la Vigilia de la Inmaculada organizada por la Coordinadora de Jóvenes que engloba a los dos arciprestazgos de Jaén: nuestro arciprestazgo, “Virgen de la Capilla”, y el de “Santa María del Valle”.

I PARTE

“En esta noche, víspera de la fiesta de la Inmaculada, queremos estar con Ella y contemplar su belleza, su ser mujer. Es una noche para unirnos a María, y proclamar las grandezas de Dios.

Cantar a Dios por las maravillas que ha hecho en su Madre, a quien nos ha dejado por Madre y Modelo, para que aprendamos de Ella a tener sus mismos sentimientos, sus mismas actitudes. Queremos en esta noche aprender de Ella su capacidad de escucha, acogida y entrega, capacidad que le lleva a decir “SÍ” al proyecto de Dios en su vida.

Vamos a comenzar la vigilia saludándola porque María es Inmaculada, llena de Gracia, llena de Dios”

  • ALÉGRATE CON MARÍA…

En la primera parte de la Vigilia que tuvo lugar en la Capilla de San Andrés de Jaén, hemos profundizamos en cinco momentos muy importantes y alegres de la vida de la Virgen María a través de unas cartas y textos en los que ella misma nos ha hablado en primera persona.

Entre cada momento, pudimos rezar con las canciones del grupo “Escucharte”.

1. Alégrate con María… porque Dios te eligió

Queridos jóvenes, hace unos días recibí una carta de una persona muy especial. Me cuenta una experiencia muy bonita y me gustaría compartirla con vosotros. Espero que os guste tanto como me ha gustado a mí.

ANUNCIACIÓN

“Queridos amigos y amigas:

¿Cómo estáis? Espero que muy bien.  Os tengo que contar una gran noticia, algo muy importante para mí y para toda la humanidad. La verdad es que no sé por dónde empezar.

Empezaremos por el principio. El otro día estaba ayudando a mi madre a hacer las tareas de la casa cuando de pronto llamaron a la puerta. Era un mensajero, aunque era algo especial. Me dijo que se llamaba Gabriel y a su alrededor resplandecía una luz blanca. Era un chico muy majo y muy guapo. Parecía un ángel bajado del cielo. Pero yo estoy ya comprometida. Es un hombre muy bondadoso. Pronto nos casaremos. Este muchacho, Gabriel, me dedicó un saludo un tanto extraño. Creo que no muchos han oído un saludo como este:

  • Alégrate, el Señor está contigo.

Imagínate mi cara de asombro cuando me dijo eso. ¿Cuál sería vuestra reacción?

Enseguida me tranquilizó, bueno no del todo, con la noticia que me dio me quedé más estupefacta: ¡IBA A SER LA MADRE DEL HIJO DE DIOS! Menuda noticia ¿a qué si? Ya os podéis imaginar mi cara cuando aquel muchacho me dijo esa noticia. ¿Cómo que iba a ser la madre de Dios? Tan solo soy una humilde muchacha, sin riqueza ninguna. ¿Cómo iba a ser yo la madre de Dios? ¿No había otras mujeres más ricas que le pudiera dar una vida mejor? Pero todavía había una pregunta que no tenía respuesta. ¿Cómo iba a ser eso si aún no estoy casada? A esta pregunta el ángel me respondió:

  • El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios.

Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porqué ninguna cosa es imposible para Dios”.

El ángel llevaba razón, para Dios no había nada imposible. Tal y como os he contado al principio de esta carta, mi prima había dado luz a un niño precioso y sano. Aquellas palabras quemaban en mi interior como el fuego. Y ese calor que tenía en mi interior supe enseguida que era Dios que me estaba llamando. Por eso mi respuesta fue:

  • He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.

En ese momento no era yo la que hablaba, sino Dios. Él me dio la fuerza  para decirle sí. En menudo lío me había metido yo. ¿Qué le hubieras dicho tú? Piensa en esta pregunta y luego sigue leyendo mi carta.

Yo tengo fe plena en Dios, sé que lo que me dijo el mensajero de Dios se iba a hacer realidad. Por mi fe me he sometido a la voluntad de Dios. La fe siempre está aprueba. Yo cada día veo injusticias en la plaza de al lado de mi casa, hay muchas muertes a mi alrededor e incluso yo, estuve tentada de decirle NO a Dios. ¿Vosotros también tenéis tentaciones?

En mi situación, cuando le he dicho Sí a Dios he sentido miedo. Miedo de las reacciones de los demás, de mi futuro esposo José, e incluso mi decisión me ha podido llevar hasta la muerte. Podrían haberme acusado de adulterio. Soy consciente de eso. Pero rápidamente me he dado cuenta que Dios nunca me deja sola, por eso ya no tengo miedo. Estoy muy feliz de la misión que Dios me ha mandado. ¿Y vosotros habéis sentido la llamada de Dios? ¿Habéis sentido que Dios os dice algo? Amigos, no tengáis miedo. Confiad en Dios.

Algunos diréis que he sido muy valiente, no lo sé. Tan solo le he dicho SI a Dios, por ello, todos podéis ser igual de valientes que yo. No tengáis miedo de las reacciones de los demás. Yo escuché la voz de Dios en mi corazón porque mi corazón estaba abierto.

Ya no sé que más contaros. Espero que os haya gustado mi carta. Me gustaría que me escribierais con vuestras respuestas. Las espero con mucha ilusión.

Un saludo muy fuerte.

María.

2. Alégrate con María… en tu generosidad con los demás

VISITACIÓN

Por fin llegué a Ain Karen tras un viaje pesado pero muy tranquilo. Isabel no estaba en casa, así que como no estaba demasiado cansada y tenía muchas ganas de ver a mi prima fui en su búsqueda.

La encontré, muy avanzada ya de su gestación, mucho mayor de lo que yo recordaba, pero tan enérgica y decidida como siempre. No pude contener un grito de saludo al verla: “¡Isabel!”, le dije, “ya he venido”.

Ella volvió la cabeza. Sabía que estaba al llegar y, sin embargo, pareció sorprendida. Apenas me vio, lo dejó todo y corrió hacia mí. Llevaba el sobresalto pintado en su cara, como si algo le acabara de suceder.

Me echó los brazos al cuello, tan afectuosa como siempre,  e incluso, ante mi sorpresa y la de todos, hizo ademán de ponerse de rodillas, lo cual logré impedir con gran esfuerzo.

  • “Bendita tú entre las mujeres – dijo en voz tan alta que todos interrumpieron sus faenas para mirarnos- y bendito el fruto de tu seno; y ¿cómo es posible que la madre de mi Señor venga a mí? Porqué, apenas llegó a mis oídos la voz de tu salido, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!”

Yo no salía de mi asombro, y poseída por una fuerza misteriosa que hablaba a través mío, la del Espíritu de Dios, me desahogué con ella y dejé que saliera todo lo que llevaba dentro y tanto había meditado por el camino. Así que exclamé:

“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porqué el poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes; a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.”

Nos quedamos las dos sorprendidas. Éramos conscientes de que el Señor se había servido de nosotras para proclamar un mensaje, tal y como había hecho en épocas pasadas con jueces y profetas. Un mensaje que, diciéndoselo la una a la otra, quedaba en la memoria de ambas y se debía transmitir, a través de nosotras, a toda la humanidad.

3. Alégrate con María… porque Jesús nace en ti

NACIMIENTO DE JESÚS

“Os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo y no sólo para vosotros. Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, que es el Cristo Señor. Esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.”

El verbo se hizo carne. Llegó Enmmanuel.  Dios vino a estar con nosotros.

El niño nació. José estaba allí, a mi lado, rompiendo la costumbre que mantiene a los hombres alejados de las mujeres en esos momentos, pero es que estábamos muy solos.

El niño nació como si un rayo de luz atravesara un cristal, limpiamente, y yo lo tenía en mis brazos. Era un niño más y, sin embargo, era único, distinto; parecía un lucero, pero qué digo, más que un lucero, pues era el mismísimo sol.

Al cogerle en mis brazos, tan pequeño, tan frágil, una cosita diminuta que buscaba mi pecho y que lloraba al no hallarlo, me parecía imposible que fuera otra cosa más que un niño normal.

José también lo miraba con curiosidad y con un poquito de temor; ese temor que suele asaltar a los padres cuando tienen en los brazos, por primera vez, a su hijo; miedo a que se le cayera, a apretarle demasiado, a hacerle daño…

Quizás pensaba que sería de otra manera, que nacería con algún distintivo de poder, que sería, ya desde el principio, más fuerte, más despierto, más sobrehumano. Pero nada de eso ocurrió.

No podía dejar de contemplarle. Le miraba y, por primera vez, allí, en aquella cueva que yo hubiera querido convertir en un palacio en honor a él, noté un sentimiento que hasta entonces no había tenido. Lo miré, y lo adoré. ¿Quién es este niño?, me pregunté. Es el Mesías, me dije al instante.

Allí, dándole calor y dándole de la abundancia de mi pecho, sosteniendo su débil cuerpecito y cuidando la fragilidad de aquel que había sido anunciado como el Mesías, lo único que se podía hacer era quedarse pasmado ante el plan de Dios y meditar sobre el porqué de las cosas y el desarrollo que éstas tendrían.

“Te quiero”, le decía besándole la frente. “Te quiero y le doy gracias a Dios por tenerte conmigo. Tú eres un regalo, tú eres mi tesoro, tú eres mi mayor alegría. ”

Ser un instrumento de Dios no es una carga, sino un privilegio. Soy muy feliz de ser tu madre.

“Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.”

4. Alégrate con María… porque nos une como hermanos

ENTREGA DE MARÍA COMO MADRE DE LA HUMANIDAD ENTERA

Había estado con Él, acompañándolo a lo largo de toda su vida, desde el día en que lo di a luz, lo di al mundo, y hoy, el día más doloroso y más importante de nuestras vidas, no lo iba a dejar solo. Era el más importante porque se iba a producir el milagro: Dios asesinado por las criaturas de Dios, con permiso de Dios, para salvar a las criaturas asesinas. Una locura.

Me partía el alma ver a mi niño sufriendo injustamente, pero allí estaba intentando mantener la mirada porque Él me necesitaba fuerte, y sujetándome para no caer desvanecida estaba Juan, su predilecto, que siempre había estado a mi lado desde que empezó a estar al suyo. Entre tanto gentío pudimos escuchar claramente de sus labios cosidos de heridas, y mirándome y mirando a Juan dijo claramente: “mujer, ahí tienes a tu hijo” y luego añadió: “ahí tienes a tu madre”.

¿Porque aquella entrega recíproca? Tardé un tiempo en entenderlo. En aquel momento, en Juan estaba representada toda la humanidad, los hombres buenos, los pasivos, los que no eran partidarios ni creían en mi Hijo y hasta sus asesinos; y sin darme cuenta, con ese gesto, Jesús, el Hijo de Dios me estaba pidiendo que asumiera a toda la condición humana, con todos sus defectos, como hijos míos, amándolos y cuidándolos como una madre ama a sus hijos.

Fue en casa de Juan, que me acogió como a su madre, donde comprendí y di gracias por el regalo que Jesús, al pie de la cruz, me hizo. Cuando sentía que mi “ser madre” se iba con mi hijo que volvía a reunirse con su padre Dios, inexplicablemente sentía una dicha grande al haber aceptado acoger y cuidar a cada hombre, a cada mujer, a cada niño, a cada joven en su paso por la tierra.

Por eso os quiero tanto y os cuido aunque a veces no lo pedís.

Yo te pregunto, ¿sientes esa misma alegría que yo siento de saber que eres mi hijo? Aunque sabes que no te lo tengo en cuenta, ¿descubres y agradeces el amor que siento por ti?

5. Alégrate con María… porque eres parte de la Iglesia

PENTECOSTÉS

Además contamos con el testimonio de Teresa, una joven que estudió en el colegio Maristas y que ha sido misionera durante algunos veranos en Bolivia a través de la ONG “Sed”.

Compartió con nosotros su experiencia personal de decir “sí” a Dios, y ser sus manos, sus ojos, sus labios…allí donde Él quiso que trabajara en favor de quiénes más lo necesitaban.

Ella nos contó que se siente misionera lejos y cerca de Jaén, porqué tras su “sí” a Dios, se siente enviada.

 

CON FLORES A MARÍA

Para terminar esta primera parte de la Vigilia, guardamos un poco de silencio y pensamos en un momento feliz, alegre de nuestra vida donde hayamos sentido la presencia de María. En unas flores de cartulinas cada joven escribió un mensaje para María y esas mismas flores, esos mismos mensajes adornaron las andas con las que se trasladó la imagen de la Virgen.

 TRASLADO

Una vez finalizada la primera parte de la Vigilia, nos trasladamos hacía San Ildefonso portando una imagen de María Inmaculada (cedida por las monjas dominicas).

Queríamos ser transmisores de la alegría de María por las calles de Jaén, así que fuimos cantando canciones a María, repartiendo pegatinas sonrientes…

El traslado fue amenizado por el coro de la parroquia de la Inmaculada y San Pedro Pascual con la colaboración de nuestros seminaristas diocesanos.

Durante el traslado, nos detuvimos ante la “reja de la Capilla”, dónde cantamos la Salve a la Virgen.

II PARTE

 

  • ORACIÓN

Ya en San Ildefonso, compartimos un rato de oración y adoración al Santísimo.

Meditamos con frases de Santa Teresa de Ávila y cantamos con el coro de la parroquia del Salvador.