Pobre tierra, que enfermas estás…¿Por qué el mundo va mal?

A todos les gustaría que el mundo fuera un paraíso. Pero por mucho que los políticos, los filósofos y los educadores lo intentan no parece posible lograr que los hombres actúen humanamente, que se acabe el hambre en el mundo y que se supriman las enfermedades o la muerte misma.

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Dios no quiere que los hombres sufran y mueran. La idea original de Dios para el hombre era el paraíso: la vida para siempre y la paz entre Dios, el hombre y su entorno, entre el hombre y la mujer.

A veces sentimos cómo debería ser la vida, cómo deberíamos ser nosotros, pero de hecho vivimos en la discordia con nosotros mismos, estamos determinados por el miedo y por pasiones incontroladas y hemos perdido la armonía original con el mundo y en último término con Dios. En la Sagrada Escritura se expresa la experiencia de esta alienación en el relato del «pecado original». Adán y Eva tuvieron que abandonar el paraíso, en el que vivían en armonía consigo mismos y con Dios, porque se introdujo el pecado. La fatiga del trabajo, el sufrimiento, la mortalidad y la tentación ante el pecado son señales de la pérdida del paraíso

1. EL PARAÍSO DE LOS MARES DEL SUR

El filosofo Jean-Jacques Rousseau consideraba al hombre como un ser bueno por naturaleza, que se habría corrompido después mediante la civilización y el Cristianismo. En algún lugar de América o quizás en los mares del Sur debían existir “buenos salvajes”, que vivían como en el paraíso, porque no se les había cargado con el pecado.

¿Como se imaginaba esto Rousseau?

  • Los “buenos salvajes” viven en la mejor armonía posible con la naturaleza
  • No necesitan dinero
  • Son mansos e inocentes
  • No pueden hacer otra cosa que amarse entre si
  • No saben lo que es el pecado ni el crimen
  • Desconocen la mentira
  • No necesitan a nadie que los domine o juzgue
  • Están totalmente sanos
  • Van desnudos y son sexualmente libres

Más de cien años después de Rousseau también Paul Gauguin tuvo este sueño del mar del Sur: “Al fin libre, sin problemas de dinero, me dedicaría entonces a amar, cantar y morir”, escribió Gauguin en 1890 a su mujer Mette. El pintor se dirigió de verdad a los mares del Sur y desde allí escribía lleno de entusiasmo a sus amigos de París que “en la jungla del interior de la isla” había descubierto realmente a los “buenos salvajes” inocentes. Allí no conocían el dinero ni las preocupaciones, su vida consistía solo en cantos, bailes y amor libre.

La verdad era totalmente diferente. Gauguin estaba profundamente decepcionado. Los plátanos no le crecían sin más en la boca. No sabía pescar ni cazar, de forma que vivía de las costosas conservas de importación. También los “buenos salvajes” sufrían numerosas enfermedades, sostenían una dura lucha por la existencia y tenían una moral muy severa. Gauguin, enfermo de sífilis, quería pintar a las hermosas muchachas desnudas, pero no le dejaron. Tuvo que conformarse con Titi, la prostituta. A cambio de dinero, por supuesto.

En resumen:

  • ni Jean-Jacques Rousseau,
  • ni Paul Gauguin,
  • ni nadie mas…

…ha encontrado jamás al hombre“bueno por naturaleza”. Tampoco el mismo Rousseau era una excepción. El filósofo, que se consideraba a sí mismo como el gran educador de la humanidad, nunca educó a un niño. Ciertamente tuvo cinco hijos, a todos los que, sin embargo, al nacer dejó en el hospicio.

 2. “NO HAGO LO QUE QUIERO, SINO LO QUE NO QUIERO”

Ahora es muy fácil hablar mal de Rousseau o de Gauguin, que, a su manera, fueron también gente importante. Sería mejor que nos golpeáramos el pecho y buscáramos el fallo en el tejido de nuestra propia vida. Cada uno de nosotros tiene algún tipo de daño o trastorno. Unos se dan cuenta antes, otros más tarde. Con frecuencia nos quejamos de nosotros mismos:

“¡Lastima! Lo quería hacer tan bien. Pero luego he hecho justamente lo contrario ¡Seré idiota!”

Imagínate: el mismo san Pablo tuvo esta experiencia.

No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco.  Ahora bien, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo en que la ley es buena; pero, en ese caso, ya no soy yo quien lo lleva a cabo sino el pecado que habita en mí.  Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace sino el pecado que habita en mí.

Así que descubro esta ley: que cuando quiero hacer el bien, me acompaña el mal. Porque en lo íntimo de mi ser me deleito en la ley de Dios; pero me doy cuenta de que en los miembros de mi cuerpo hay otra ley, que es la ley del pecado. Esta ley lucha contra la ley de mi mente, y me tiene cautivo.  ¡Soy un pobre miserable! ¿Quién me librará de este cuerpo mortal? ¡Gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor!”

(Rom 7,15-25)

3. ¿Y ESTO NO SE ACABA NUNCA?

Tratándose de estas experiencias, la fe habla del “pecado original” o “pecado del origen”, y de sus consecuencias:

  • Todos queremos el bien,
  • pero parece que estamos presionados,
  • como si alguien nos impulsara a hacer precisamente
  • lo contrario de lo que queremos.
  • Una y otra vez. Una y otra y otra vez.
  • De nada vale la educación, ni la persuasión, ni la psicología

YOUCAT: ¿Estamos obligados a caer por el pecado original?

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No. Pero el hombre está profundamente herido por el pecado original y tiende a pecar. Sin embargo, con la ayuda de Dios, es capaz de hacer el bien.

No deberíamos pecar en ningún caso. Pero, de hecho, pecamos una y otra vez, porque somos débiles, ignorantes y caemos en la tentación. Por lo demás, un pecado a la fuerza no sería tal pecado, porque el pecado implica siempre la decisión libre.

El mundo va mal. Ya no vivimos en el paraíso. 

La Biblia también habla del paraíso; del paraíso perdido y del paraíso al que Dios nos quiere conducir de nuevo: el cielo. La Biblia explica el pecado original (y con ello la separación de paraíso) con la historia del primer pecado de Adán y Eva.

 YOUCAT: ¿Pecado original? ¿Y qué tenemos que ver noostros con el pecado original de Adán y Eva?

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El pecado en sentido propio es una culpa de la que hay que responder personalmente. El término «pecado original» no se refiere por tanto a un pecado personal, sino al estado caído de la humanidad en el que nace cada individuo antes de pecar por decisión propia.

Por pecado original, dice Benedicto XVI, tenemos que entender que «todos llevamos dentro de nosotros una gota del veneno de ese modo de pensar reflejado en las imágenes del libro delž GÉNESIS. Esta gota de veneno la llamamos pecado original. [ … ] El hombre no se fía de Dios. Tentado por las palabras de la serpiente, abriga la sospecha de que Dios [ … ] es un competidor que limita nuestra libertad, y que sólo seremos plenamente seres humanos cuando lo dejemos de lado; es decir, que sólo de este modo podemos realizar plenamente nuestra libertad. [ … ] El hombre no quiere recibir de Dios su existencia y la plenitud de su vida. [ … ] Al hacer esto, se fía de la mentira más que de la verdad, y así se hunde con su vida en el vacío, en la muerte» (Benedicto XVI, 8.12.2005)

4. UN INGENIERO EXPLICA EL PECADO ORIGINAL

El cardenal Schonborn, arzobispo de Viena, comentó una vez en catequesis que un día un ingeniero le explico con claridad de que se trata en el pecado original o pecado del origen. Dice el cardenal:

“Un ingeniero (es un buen ingeniero) me explicó una vez la definición más hermosa que he escuchado hasta el momento, o, digamos mejor, una definición muy atractiva y sencilla. Desde su experiencia como técnico sabe que cada aparato necesita un libro de instrucciones. Si yo no sigo el libro de instrucciones no puedo culpar al constructor de que el aparato no funcione.

Este ingeniero dijo que el pecado original o, digamos con mas precisión, el pecado de nuestros primeros padres, fue el rechazo a las instrucciones de uso. Dios nos ha dado una naturaleza humana, somos criaturas y en nuestra naturaleza de criatura están, en cierta manera inscritas, las instrucciones de uso, Dios nos las ha dado incluidas. Si hacemos de nosotros mismos un uso diferente, entonces no podemos demandar a Dios porque no funciona. El pecado original es el rechazo de la condición de criatura, el querer ser como dioses, pero sin Dios, no querer recibir nada de Dios, sino querer hacerlo por uno mismo. ‘Seréis como Dios’”.

 YOUCAT: ¿Cómo nos saca Dios del remolino del pecado original?

Dios no se limita a contemplar cómo el hombre se destruye cada vez más a sí mismo y a la creación a través de la reacción en cadena del pecado. Nos envía a Jesucristo, el Salvador y Redentor, que nos arranca del poder del pecado.

“Nadie me puede ayudar”: esta formulación de la experiencia humana ya no es válida. Llegue a donde llegue el hombre a través de sus pecados, hasta allí ha enviado Dios Padre a su Hijo. La consecuencia del pecado es la muerte (cf. Rom 6,23). La consecuencia del pecado es sin embargo también la maravillosa solidaridad de Dios, que nos envía a Jesús como amigo y salvador. Por eso al pecado original se le llama también felix culpa: «Oh feliz culpa que mereció tal redentor» (liturgia de la Vigilia Pascual).

5. LA LLAVE AL PARAÍSO

Por favor, ¿por donde se va al paraíso?

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No por el camino de Rousseau, que se invento un paraíso; ni por el de Gauguin, que lo pinto para sí.

Sino por Jesús, que abrió de nuevo el paraíso perdido, estableciendo de nuevo la conexión con Dios.

Y comenzó viviendo como si no hubiera existido el “fallo”…

 “Hemos perdido el paraíso, pero hemos recibido el cielo, por eso la ganancia es mayor que la pérdida”. San Juan Crisótomo

¿Y QUÉ PUEDO HACER YO?

la paz comienza con una sonrisa

“La felicidad no está en nosotros, ni tampoco está fuera de nosotros. La felicidad sólo está en Dios. Y, una vez que lo hemos encontrado, entonces la felicidad está en todas partes.” Blaise Pascal

ORACIÓN

Oh Dios, que das muerte a nuestros pecados
con la muerte de Cristo,
y, resucitando Cristo,
confirmas nuestra justificación;
acoge misericordiosamente
los saludables sacrificios del pueblo;
cumple prontamente el deseo que nos diste
de todos los bienes.
Sea este sábado luz para nuestro gozo,
con el fin de merecer todos,
junto con los niños renacidos,
el ser vivificados por los sacramentos pascuales.
Que brille en el pan, te rogamos,
lo que pendió de la cruz,
y en el cáliz lo que manó del costado.
Amén.

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