¡Actualización! La confesión

 ¡Actualización! La confesión

Te puedes imaginar lo que pasa si durante meses no cargas las actualizaciones en tu ordenador. En algún momento el sistema operativo se bloquea. O se producen graves fallos de seguridad. El firewall ya no funciona. Virus y troyanos pueden campar a sus anchas en tu PC y finalmente todos tus datos se van al traste.

“Yo no necesito ningún perdón y menos aun la confesión“.

Esto es más o menos igual de absurdo que decir: “No necesito ninguna actualización. Mi software funciona también sin ellas”.

Se puede decir que Dios te ha creado como un software maravilloso. Pero este software necesita actualizaciones periódicas. Si no empleas las actualizaciones, hasta el mejor sistema del mundo se estropea con el tiempo. La CONFESIÓN también se conoce como “Sacramento de la Reconciliación”— es la mejor oferta de actualización que nos hace Dios.

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Aquello que te machaca

Lo que te machaca es el pecado. El pecado no es solo el mal que hacemos, sino también el bien que no hacemos. Por tanto no es solo pecado la ira, la dureza de corazón, la envidia, las pequeñas trampas que cometemos. También es pecado el haber podido ayudar y no haberlo hecho. El tener talentos y haber sido demasiado vago para trabajar con ellos. El haber podido contribuir al triunfo de una causa justa y, en lugar de ello, habernos largado cobardemente.

Todos estos pecados y omisiones tienen el mismo efecto que los virus en un PC. Hacen que nuestra vida sea lenta, triste y fea. Un pecado llama a otro pecado. Las malas costumbres se nos cuelan. A menudo pensamos que con un poco de buena voluntad lo podríamos arreglar nosotros mismos. ¡Pero nos engañamos! Después del enésimo intento de suprimir nuestra dureza de corazón, nos resignamos y nos limitamos con frecuencia a encubrir nuestra maldad. Y además nuestro pecado no está lejos.

Dios nos regala un nuevo comienzo

Todo pecado que cometemos se dirige en último término contra Dios mismo. Él nos ha creado de un modo maravilloso. ¿Y que hacemos con este don? Miramos como poco a poco se vuelve sucio y feo. Esto no es lo que Dios quiere. Nos da una oportunidad única para hacer de nuevo nuestra vida tan hermosa y fuerte como en el momento en el que fuimos creados por Dios como sus hijos amados.

Necesitas que Dios te acoja en su gran amor y ponga tu contador a cero. “Aunque vuestros pecados sean como escarlata, quedaran blancos como la nieve”. Sigue, por tanto, tu deseo de que Dios te vuelva de nuevo perfecto y hermoso. Haz el esfuerzo, acércate a la confesión, especialmente ahora que deseas ser confirmado. Reflexiona: también los sacerdotes se confiesan. El mismo Papa se arrodilla regularmente en el confesionario, para decirle a un pobre sacerdote sus pecados y omisiones y dejarse reconciliar de nuevo con Dios. ¡Imagínate al sacerdote que tiene que escuchar los pecados del Papa!

¿Qué es necesario para confesarse?

Tal vez tengas una idea algo extraña de cómo va eso de la confesión: entrar a hurtadillas en un confesionario (o en un cuarto de confesiones), desgranar pecados, escuchar algo que te dicen, largarse. Solo el dentista es peor. Pero miremos una vez este asunto con objetividad. El YOUCAT nos dice todo lo que es necesario para una verdadera confesión.

¿Y qué tengo que confesar?

Para descubrir en que aspectos mi vida no va bien y no se corresponde con el amor de Dios, nos puede ayudar lo que se conoce como “examen de conciencia”. El mas antiguo del mundo son los diez mandamientos. Pero se pueden encontrar muchos más, por ejemplo en Internet. Aquí te presentamos un examen de conciencia particularmente sensato, escrito especialmente para jóvenes: No es pecado disfrutar de las cosas hermosas de la vida, pero si convertirlas en mis dioses y querer conseguirlas a cualquier precio.

  • No es pecado querer ganar mucho dinero, pero si que el bienestar se convierta en todo para mí. Y tener miedo a perder mi vida si comparto y me compadezco de otros.
  • No es pecado reclamar mis derechos, pero si abusar de mis derechos, volverme desconsiderado y duro de corazón o menospreciar los derechos de otros.
  • No es pecado sentir deseos e impulsos sexuales, pero si dejarme dominar por mis instintos o utilizar a otros para satisfacer mis ansias sexuales.
  • No es pecado que haya personas que no me resulten simpáticas, pero si tratarlas como si no fueran, como yo, hijos amados de Dios.
  • No es necesariamente pecado criticar a otras personas, pero si hacerlo de forma irreflexiva o descuidada y con ello desacreditar o herir a otras personas.
  • No es propiamente pecado experimentar en mí la envidia, la ira o la alegría por el mal ajeno, pero si no intentar superar estos sentimientos o dejarme llevar por ellos en mis acciones.
  • No es pecado hablar de otras personas, pero si contar, de forma irreflexiva o malévola, cosas malas de otras personas.
  • No es pecado callar en situaciones de conflicto, pero si callar cuando otros son humillados, calumniados o victimas de mentiras.
  • No es pecado discutir con alguien, pero si buscar camorra, no escuchar a otros, no ocuparme de ellos, negarme a la reconciliación.
  • No es pecado que mi corazón se quede vacío a menudo en la oración, pero sí que no valore el tiempo de oración o ni siquiera me tome la molestia de abrirme a Dios y escuchar su palabra.
  • No es pecado tener a veces dudas de fe, pero si separarme de la comunión de los creyentes, no participar regularmente de la Eucaristía, dar más valor a lo terrenal que a lo espiritual.
  • No es pecado hacer planes para mi vida, pero si no dejar espacio para mi fe en Dios, que no me interese el hecho de que mi vida esta cada día en sus manos.

ORAMOS

Vamos a conseguir una PAZ grande, una paz verdadera con todos.

Si creemos que lo que nos une a los hombres

es más importante que lo que nos divide.

Si creernos en el poder de un apretón de manos o un abrazo.

Si estamos dispuestos a dar el primer paso, antes que el otro, a favor de la paz.

Si creemos en la fuerza del amor.

Si el otro es para nosotros siempre y ante todo un hermano…

Entonces SOMOS CONSTRUCTORES DE PAZ.