DINÁMICA & REFLEXIÓN: “Señor, limpia mi pecado”

SEÑOR, LIMPIA MI PECADO

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El pecado existe, no es una novedad el decirlo. Sin embargo… ¿sabemos combatirlo? ¿qué armas tenemos? En la reunión con el grupo Kairós veíamos el “regalazo” que nos ha hecho Dios para poder combatir ese pecado que lo único que hace es alejarnos más de ÉL, y del prójimo.

De esta forma con una dinámica muy sencilla, vimos como al principio nuestra alma era pura en el pensamiento de Dios, hasta que cuando vinimos al mundo se manchó por el pecado original. Aprendimos así, que poco a poco con todos esos pecados que cometemos en nuestra vida, lo que hacemos es seguir ensuciando nuestra alma, con todo lo que conlleva… Hasta que estamos en estado horrible, con el alma muy sucia, llena de ofensas a Dios. Ante todo esto nos dimos cuenta que teníamos la confesión para dejar a cero nuestra cuenta de pecados. Esperemos que empecemos a frecuentar más ese encuentro con Jesús, que a través de la confesión no hace nada más y nada menos que ¡perdonarnos!

Armando

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  • ¿QUÉ ES EL PECADO?

Lo que te machaca es el pecado. El pecado no es sólo el mal que hacemos, sino también el bien que no hacemos. Por tanto no es sólo pecado la ira, la dureza de corazón, la envidia, las pequeñas trampas que cometemos. También es pecado el haber podido ayudar y no haberlo hecho. El tener talentos y haber sido demasiado vago para trabajar con ellos. El haber podido contribuir al triunfo de una causa justa y, en lugar de ello, habernos largado cobardemente.

Todos estos pecados y omisiones tienen el mismo efecto que los virus en un PC. Hacen que nuestra vida sea lenta, triste y fea. Un pecado llama a otro pecado. Las malas costumbres se nos cuelan. A menudo pensamos que con un poco de buena voluntad lo podríamos arreglar nosotros mismos. ¡Pero nos engañamos! Después del enésimo intento de   suprimir nuestra dureza de   corazón, nos resignamos y nos limitamos con   frecuencia a encubrir nuestra maldad. Y además nuestro pecado no está lejos.

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  • DIOS NOS REGALA UN NUEVO COMIENZO

Todo pecado que cometemos se dirige en último término contra Dios mismo. Él nos ha creado de un modo maravilloso.

¿Y qué hacemos con este don? Miramos cómo poco a poco se vuelve sucio y feo. Esto no es lo que Dios quiere. Nos da una oportunidad única para hacer de nuevo nuestra vida tan hermosa y fuerte como en el momento en el que fuimos creados por Dios como   sus hijos amados.

La historia del “hijo pródigo” —que   se debería llamar   más propiamente la “historia del padre misericordioso”— es uno de los pasajes más hermosos de toda la Biblia. Nos muestra a un Dios tan lleno de amor y bondad, que, aunque nos equivoquemos, no se aparta de su amor por nosotros.

Quizás tus pecados no sean tan graves como los del hijo pródigo. Pero también tú necesitas que Dios te acoja en su gran amor y ponga tu contador a cero. “Aunque vuestros pecados sean como escarlata, quedarán blancos como la nieve”. Sigue, por tanto, tu deseo de que Dios te vuelva de nuevo perfecto y hermoso. Haz el esfuerzo, acércate a la confesión.

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