Reflexión I JMJ Cracovia 2016 (Carmen): “Mi punto de partida”
“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.” (Mt 5,7)
En esta ocasión no compartiré un diario de los que han sido 12 días de JMJ, sino, una reflexión en voz alta de lo que ha supuesto en mi vida la JMJ de Cracovia antes de que tuviera lugar, durante su desarrollo y lo que espero que conlleve de aquí en adelante…
Esta reflexión se ha ido escribiendo antes, durante y después de los días vividos en Polonia. Es fruto también, de rememorar a través de las miles de fotos que tengo todo lo vivido, releer los discursos del Papa, y leer diferentes testimonios de peregrinos de todo el mundo.
MI PUNTO DE PARTIDA
No estaba convencida con ir a la JMJ, pensaba que no quería ir. Esa es la verdad.
Me repetía siempre, ¿merecerá la pena? Además me hacían pensar, pensaba yo…que ya era mayor para participar en un evento como éste (27 años).
Tras conocer la Pastoral Juvenil de nuestra Diócesis de la mano del grupo Sendero Joven de la parroquia de la Santa Cruz en 2008, después de muchos encuentros, después de la JMJ Madrid 2011…con mis aciertos y mis errores, luces y sombras, he podido experimentar en carne propia las alegrías y las dificultades e ingratitudes de trabajar con y para jóvenes, tanto con el grupo Kairós como con el grupo Youcat de San Ildefonso.
Pero, en este momento me encontraba triste, cansada, pesimista, desanimada, sin paciencia…a veces enfadada conmigo misma y con el mundo entero.
Me agotaba ver cómo nos encanta embarcarnos en la organización y preparación de procesiones, peregrinaciones, musicales, conciertos, “gymkanas”, encuentros…pero nos cuesta horrores caminar en comunidad, trabajando, caminando juntos durante todo un curso.
He visto en numerosas ocasiones como disfrutamos con intensidad el regalo que se nos ofrece en actividades en las que nos reunimos con muchos jóvenes cristianos, ¡qué bien lo pasamos! Pero después…nos venimos a bajo como la gaseosa. Nos negamos a que ese encuentro tan especial que hemos tenido con Dios y con los hermanos nos impulse a dar un paso más.
Esas actividades juveniles que son “barco lleno o barco vacío”, somos en tantas ocasiones como el Guadiana…Que sinsabor cuando nos quedamos en lo que nos evoca a Dios, pero no nos aceramos a Él de lleno.
¡Qué difícil es a veces discernir entre los caminos que nos llevan a una religiosidad superficial y los que realmente nos conducen a una evangelización de los ambientes! ¡Cuánto cuesta apostar por los segundos!
Parece ser que muchas veces nos espanta adquirir compromisos “¿reuniones semanales en la parroquia? ¡Qué dices! Iré cuando pueda…o cuando no tenga un plan mejor.” Nuestro tiempo libre es sagrado, así como nuestro ocio y descanso.
Qué agridulce sensación dejan los que aparecen de vez en cuando por la parroquia, pero nunca tienen tiempo de arrimar el hombro. Los que nunca se ofrecen a asumir un pequeño compromiso que conlleve continuidad, pero parecen merecedores de todo (pese a hacer años ya que supuestamente superaron la adolescencia).
Ver, una y otra vez, que siempre se pretende que sean otros los que “tiren del carro”, pero pocos son los valientes que se suman a tirar de él. ¿Cuándo nos damos nosotros? ¿Cuándo nos ofrecemos nosotros? ¡Qué fácil se ven los toros desde la barrera! Y desde ahí, ¡qué fácil es criticar!
Que desilusión se experimenta cuando en tu calendario tiene prioridad el grupo joven de la parroquia mientras que para muchos compañeros siempre es la segunda opción.
Para nosotros, en muchas ocasiones, demasiadas, nuestra formación como jóvenes cristianos no es una prioridad sino una segunda opción. O tercera, o cuarta…No valoramos lo que tenemos, ¡cuántos jóvenes cristianos en todo el mundo quisieran poder vivir su fe libremente junto a sus amigos!
Nos acercamos a la parroquia y en ella nos gusta recibir mucho pero dar poco. Obviamente no estoy hablando de dinero, sino de tiempo, esfuerzo, dedicación…de adquirir compromisos…En definitiva, de ser responsables conforme a la fe que profesamos y poner nuestros dones al servicio de los demás, sin excusas. ¡Cuánto nos cuesta actuar con coherencia con nuestra fe en el día a día! Reina la filosofía de “haz lo que yo diga y no lo que yo haga”.
Nos cuesta tanto ser verdaderos compañeros, empatizando y respetando al otro, no utilizándolo según mis necesidades o mi tiempo libre disponible. Mucha gente viene y va…coge lo que necesita en ese momento y ya no los vuelves a ver más. Nos quedamos a medio camino y encima criticamos a los que quieren dar un paso más, porqué “son muy exigentes”.
He visto ya en numerosas ocasiones como cuando el compromiso, el sacrificio y el esfuerzo vemos asomar tomamos la excusa de “esto no es para mí, “no me gusta”, “no me cae bien”, “el catequista/ párroco…es demasiado exigente”…y así nos justificamos y evitamos, aparentemente de forma airosa, tomar una responsabilidad y dar un paso más en nuestra fe. ¡Qué desmotivación ante tanta inconstancia, tanta falta de compromiso, tanta indiferencia, tanta hipocresía y tanto chisme…! ¿Y lo peor? Que esas actitudes se contagian rápidamente en el ambiente…
Nos dejamos vencer en muchas ocasiones por la comodidad y el individualismo. Queremos vivir libres de exigencias. Queremos vivir sin cargar nuestras cruces, y por lo tanto mucho menos estamos dispuestos a ayudar a cargar la de los demás.
Vivimos en una sociedad en la que parece que no podemos buscar lo bueno, lo mejor, sino que tenemos que conformarnos con lo que nos hacen creer que es lo menos malo (véase el panorama político español actual).
Por ello, tenía tanta apatía a todo y a todos, estaba harta de tanta religiosidad superficial. Estaba enfadada por ver todo tan efímero, tan poco consistente…
Además, estaba saturada. Saturada de gente complicada, de tanta falsedad, tanta hipocresía, envidias, celos, ingratitud…Saturada por esas cosas que lastiman, duelen y callas, pero que me impiden actuar como antes. Me sentía paralizada por ese dolor que se siente cuando uno es tratado injustamente. Por la duda de no saber si es mejor hablar o callar lo que uno piensa y siente. ¡Qué difícil acertar y no dañar! Y porqué sí, quiero muchas veces olvidar y perdonar, pero no puedo, me cuesta horrores cicatrizar las heridas y comenzar de cero.
El Papa lo dijo en Polonia, que la vida de hoy nos dice que es mucho más fácil fijar la atención en lo que nos divide, en lo que nos separa. Pretenden hacernos creer que encerrarnos es la mejor manera de protegernos de lo que nos hace mal.
Parece que mientras más coherente quieres ser, mientras más te quieres comprometer intentando vivir en la cotidianidad la radicalidad del Evangelio, más criticado eres, hasta por lo que también se llaman cristianos, hasta por los de tu misma parroquia, hasta por los de tu mismo grupo/Cofradía.
Como dice un buen amigo “El Padre está muy guay, pero los hermanos…”. Seguro que más de uno lo habéis pensado alguna vez. Por ello, necesito repetirme muchas veces las palabras de San Pablo “El amor es paciente”.
“En esto conocerán todo que son mis discípulos, si se tienen amor los unos a los otros.”
(Juan 13:35)
¿Ahora también nos podrían reconocer por ello? ¿Es esto lo que más nos identifica hoy en día a los cristianos?
Estaba tan cansada de tender la mano y que me la muerdan, de encontrarme con tantos “Judas”, de escuchar tantas bellas palabras que no se reflejan nunca en hechos y que solo sirven para que se las lleve el viento… ¡de tantas contradicciones!
Me sentía decepcionada al ver como excluimos de los grupos de trabajo a quienes piensan distinto simplemente porque nos cuesta enriquecernos con puntos de vista y opiniones distintas a las nuestras.
¡Es imposible agradar a todos! ¡Qué difícil trabajar en equipo, en coordinación…!
¡Qué frustración cuando sientes que no estás invirtiendo tu tiempo y tu esfuerzo en el proyecto/lugar adecuado! ¡Qué hagas lo que hagas lo haces mal!
Y mira que me repetía una y mil veces las palabras de una buena amiga “Sé suave. No dejes que el mundo te endurezca. No dejes que el dolor te haga odiar. No dejes que la amargura te robe tu dulzura. Estate orgullosa de que aunque el resto del mundo no esté de acuerdo, tu aún creerás que el mundo es un bonito lugar.”
Pero el desánimo me hacía pensar en muchas ocasiones que si no quieres problemas, lo mejor es no implicarse en nada, pasar desapercibido, ir a tu bola…así quedas libre seguro de conflictos y críticas. ¡Qué visión más comodona, ¿verdad?!
Nos cuesta tanto tender puentes… ¡somos tan inflexibles! , y a la mínima dificultad tiramos la toalla y preferimos caminar solos. ¡Qué poca voluntad tenemos!
¿Por qué no luchar por lo que vale la pena? Porque no estamos preparados para una corrección fraterna, porque ni somos capaces de dejar que otros nos corrijan ni sabemos corregir a otro con caridad y sin juzgar.
Nos es más fácil rechazar y despreciar a los que no piensan como nosotros, incluso a los que por nuestro bien nos exigen un poco más.
He visto varias veces como grupos “cristianos”, superficiales, “flojitos”, han derivado en clubes sociales al poner al Señor el último de la fila y que, como era de esperar, finalmente han quedado en nada.
Y por todo ello, por toda está tormenta que habitaba en mi mente y en mi corazón pensaba…”Participar en un encuentro juvenil más, en la JMJ… ¿para qué?”
“En la cruz está la vida y el consuelo y ella sola es el camino para el cielo.” (Santa Teresa de Jesús)