Reflexión III JMJ Cracovia 2016 (Carmen): “SDM KRAKÓW 2016”
Jesús es quién ha convocado a esta 31 Jornada Mundial de la Juventud y es Jesús quién dice “Felices los misericordiosos, porque encontrarán misericordia” (Mt 5,7).
Fuimos a Cracovia para encontrarnos con Jesús.
Nuestro grupo de la Delegación de Juventud de la Diócesis de Jaén estaba formado por 98 personas. Además de Jaén también vinieron 4 personas más con la Pastoral Universitaria. De España hemos asistido entre 20.000- 30.000 jóvenes. Procedentes de 177 países se estiman, dependiendo de las fuentes, que nos hemos reunido en Cracovia entre dos y tres millones de jóvenes.
Venimos desde distintas partes del mundo, de continentes, países, lenguas, culturas, pueblos diferentes…y nos unimos para rezar, nos unimos en oración.
La JMJ son unos días para compartir sueños, interrogantes, las ganas de rebelarse contra todos aquellos que dicen que las cosas no pueden cambiar.
Han sido días junto al Papa Francisco, junto a la Divina Misericordia, junto a Faustina y Juan Pablo II.
Yo había estado en la JMJ Madrid 2011, pero es muy distinta la experiencia cuando eres peregrino fuera de tu país y tienes la suerte de ser acogido por una familia.
Se palpaba en el ambiente un inmenso gozo, alegría y verdadera felicidad, fruto de la amistad con Jesucristo.
“Estad alegres en el Señor, la tristeza no es signo de nuestra espiritualidad…Cristo es la alegría del mundo.”
Hemos estado alegres, y ahora debemos luchar contra el peligro de dejarnos llevar por una euforia pasajera, vivir de la inercia de estos días sin captar el fondo de esta experiencia, que es lo que nos hará cambiar de vida. Jesús nos ha tocado el corazón, hemos sentido el amor de Dios a través del Papa y de jóvenes como nosotros; ahora decidimos si nos conformamos con haberlo notado una vez o si lo queremos para siempre y para compartirlo con los demás.
Estas jornadas pretenden cambiar la vida diaria de los cristianos, no que huyamos durante unos días de la misma. Por ello, debemos contagiarnos de las ganas de cambiar nuestro ambiente, ¡poniendo más alegría y mucha misericordia en todo lo que hacemos!
Jesús que es la Verdad, nos invita a desandar los caminos del desencuentro, la división y el sinsentido.
Durante las largas horas de caminata, en medio de cantos, oraciones y banderas alzadas fui descubriendo la riqueza de nuestra comunión universal como Iglesia.
A veces el camino se hacía duro, hacía calor, o caía un tormentón, hacíamos eternas colas, no había duchas, dormíamos pocas horas y en el suelo, la comida no era como la de casa…y un sinfín de cosas, pero, veías a todo el mundo feliz, cantando, rezando y continuando con buen ánimo.
Es alucinante como cada día era mucho más lo bueno que vivíamos, que recibíamos, que las pequeñas fatiguitas con las que teníamos que ir combatiendo.
Es bonito ver como cada uno, con sus circunstancias, se iba superando internamente para no quejarse y como muchos hacían realidad aquello de que “mi cansancio, que a otros descanse” ayudando y transmitiendo vitalidad y alegría durante todo el día.
¿Qué es lo que hace que hasta en las largas esperas para el transporte, las agobiantes aglomeraciones de entrada y salida a los actos, los momentos de desinformación…no dejase de escucharse un “está es, la juventud del Papa”, “lo dice el Papa lo dicen los Obispos, la juventud es lo mejor que tiene Cristo”, “yo soy español, español, español”, “italiano bati le mani”, el estribillo de la salve rociera, un “ozú que bien”, el himno de Andalucía, la Morenita, el himno de Jaén…y un sinfín de canciones e himnos más que los jóvenes cantábamos y bailábamos alegremente?
Pues nada más y nada menos que compartir la alegría de nuestra Fe. Esa alegría que nos pide el Papa Francisco que contagiemos y transmitamos al volver a casa.
He disfrutado de la convivencia con cientos de miles de chicos y chicas jóvenes que han disfrutado, cantado y bailado sin tener que hacer “botellón”, liarse con otros, hacer el gamberro, acostarse a las mil y levantarse con una resaca que solo lleva a la apatía y al mal humor durante todo el día siguiente.
He estado cerca de jóvenes que creen en otro mundo es posible y sobre todo muy cerca del Señor y de sus enseñanzas, que difieren mucho de esa visión trasnochada que algunos tienen de la Iglesia. En estos días, nos hemos “amado uno a otros como Él nos amó”.
Impresionante ha sido la Vigilia de Oración con el Papa. Qué privilegio poder compartirla junto a personas de tantos países diferentes. ¡Cuántas personas y cuánto silencio! Es increíble escuchar las oraciones en diferentes idiomas y que aun así todos entendiéramos lo que estábamos diciendo.
Este fenómeno es único, y ello demuestra que detrás de todo esto está Dios, que nos anima a que renovemos nuestra fe y volvamos a casa con ganas de vivirla en el día a día, apoyándonos en estas vivencias que nos han dado fuerzas para luchar por la Verdad en un mundo en el que ser cristiano no es nada fácil, en el que solo inconformistas están, estamos, dispuestos a cambiarlo.