Reflexión V JMJ Cracovia 2016 (Carmen): “El encuentro más sorprendente”
Me gustó mucho la homilía del Papa en la misa de clausura ya que a partir del Evangelio del día, que nos hablaba de los obstáculos que el publicano Zaqueo tuvo que superar para acercarse a Jesús, nos mostró como también nosotros podemos hoy caer en el peligro de quedarnos lejos de Jesús porque no nos sentimos a la altura, porque tenemos una baja consideración de nosotros mismos.
Ésta, dijo el Papa, es la gran tentación, que no sólo tiene que ver con la autoestima, sino que afecta también a la fe. Vivir infelices y pensar en negativo es no reconocer nuestra identidad más auténtica: somos los hijos amados de Dios. Dios nos ama tal como somos, y no hay pecado, defecto o error que lo haga cambiar de idea. Para Jesús, nadie es inferior y distante, todos somos predilectos e importantes. A sus ojos, vales, y lo que vales no tiene precio.
A Él no le importa lo que somos, lo que podríamos considerar nuestra “baja estatura”, sino nuestras ganas y nuestra lucha diaria por mejorar. No le importan tanto nuestras caídas sino que le duele el que prefiramos quedarnos en el suelo a levantarnos y seguir la lucha.
Complacerse en la tristeza, rumiando continuamente los males sufridos y el pasado, no es digno de nuestra estatura espiritual. Es más, dice el Papa, es un virus que infecta y paraliza todo, que cierra cualquier puerta, que impide que la vida se reavive, que recomience. Dios, sin embargo, es obstinadamente esperanzado: siempre cree que podemos levantarnos y no se resigna a vernos apagados y sin alegría.
Otra tentación que vemos es la vergüenza paralizante. El Papa nos pidió que no nos avergoncemos de llevarle a Jesús todo, especialmente las debilidades, las dificultades y los pecados en la confesión. Él sabrá sorprendernos con su perdón y su paz.
“No tengáis miedo de decirle “sí” con toda la fuerza del corazón, de responder con generosidad, de seguirlo. No os dejéis anestesiar el alma, sino aspirad a la meta del amor hermoso, que exige también renuncia, y un “no” fuerte al doping del éxito a cualquier precio y a la droga de pensar sólo en mí mismo y en la propia comodidad.”
El tercer obstáculo fue el de “la multitud que murmura”. En ocasiones la multitud, juzga, crítica y desprecia. Pero Jesús en cambio, va más allá de los defectos para ver a la persona. No se detiene en el mal del pasado sino que divisa el bien en el futuro. No se detiene en las apariencias, sino que mira el corazón.
El Papa nos animó a que con esta mirada de Jesús hagamos surgir una humanidad diferente, sin esperar a que nos digan “qué buenos sois”, sino buscando el bien por sí mismo, felices de conservar el corazón limpio y de luchar pacíficamente por la honestidad y la justicia. El Santo Padre nos pidió que “Esa alegría que habéis recibido gratis de Dios, dadla gratis (cf. Mt 10,8), porque son muchos los que la esperan.”
“El secreto de la alegría es no apagar la buena curiosidad, sino participar, porque la vida no hay que encerrarla en un cajón.”
Somos hijos del Padre Amoroso y “no reconocer esa dignidad es como darse la vuelta cuando Dios quiere fijar sus ojos en mí; significa querer impedir que se cumpla Su sueño en mí.”
Que bueno cuando sintiéndote despreciado, apartado, poco valorado, incomprendido, engañado, traicionado, herido…te sientas frente al Sagrario, lo miras a Él y recuerdas toda su Pasión…y ves cuán insignificante es lo que te ocurre, por mucho que duela, comparado con lo que Él hizo por ti, por AMOR.