Reflexión VI JMJ Cracovia 2016 (Carmen): “El regalo”

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Han sido mis segundas JMJ y solo tengo motivos de agradecimiento al Señor. He disfrutado muchísimo viendo disfrutar a los demás, especialmente a los más jóvenes y comprobando la riqueza que tenemos en la Iglesia.

La JMJ ha sido la oportunidad de sentir el abrazo de Jesús, su fuerza, su ternura…la oportunidad de pedirle que las inquietudes y proyectos que anidan en mi corazón concuerden con los suyos.

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El momento de pedirle que nunca pierda la “pasión”, la “chispa”, ese punto de “locura” que me impulsa a seguirle , a ir contracorriente , a seguir luchando por ser coherente, íntegra, vivir con gratuidad… y a ilusionarme con superarme día a día intentando dar lo mejor de mí misma.

La JMJ ha sido la ocasión perfecta de gritar, cantar, rezar, llorar…y celebrar que somos hijos de Dios.

Ha sido una magnífica oportunidad de mostrar al mundo que la juventud cristiana no es aburrida, ha servido para dar un  testimonio puro de fe y misericordia y para gritar fuerte que Dios está vivo y que vive dentro de nuestro ser.

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En esta JMJ he podido descubrir que pese a que duela, merece la pena dejar el miedo a un lado y poner el corazón en juego. Entregarse por alguien, sostener al que llora, vivir con gratuidad, comprometerse, construir…son formas de practicar la misericordia, son formas de AMAR.

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Esta JMJ ha renovado mi fe y me ha enseñado muchas cosas. Ahora soy más capaz de amar, comprender y perdonar a los demás, aunque siempre estamos en camino… Y por supuesto, estoy animada a ponerme un par de zapatillas y salir de mi zona de confort. ¡No quiero ser una jubilada de 27 años!

Entre la complejidad de las relaciones humanas, uno ha de caminar aprendiendo a perdonar, reconociendo el error y teniendo la valentía de pedir perdón. Hay que esforzarse, una y mil veces, para madurar personal y espiritualmente, pues nunca se deja de aprender y de crecer. Todo ello, aunque es bello, duele. Pero, merece la pena. Se ensancha el corazón y se llena de paz.

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Le pido al Señor fuerza para rechazar el corazón de piedra que se forma cuando lo llenamos de amargura, resentimiento, egoísmo, envidia, celos…porque sino, nos perdemos a nosotros mismos. Se desvanecen nuestras bondades y desaparece lo mejor de nuestra personalidad. Le pido que me ayude a aprender a ser paciente, primero conmigo misma. Quiero aprender a perdonarme, sabiendo que Él siempre me perdona, para ser capaz de perdonar a los demás.

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 “Si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas.”

“Cuando se cierra una puerta, se abre una ventana.”

Son frases que todos hemos escuchado infinidad de veces, pero cuando se hacen verdad en tu propia vida, es impresionante.

Las dificultades y decepciones de los últimos meses me han ayudado a apreciar mejor cuánto vale la gente con la que he compartido lo que es mucho más que un viaje. Gente que me ha ayudado a sacar lo mejor de mí misma y me ha enseñado una vez más que merece la pena, siempre, poner los dones que Dios nos ha dado al servicio de los demás.

Ha sido un viaje para aprender a amar y a servir a los demás. Me he sentido feliz de vivir la fraternidad que tanto quiere Jesús que vivamos.

Es un regalo poder ayudar a otro, facilitándole el camino, cuidándolo, lo conozcamos o no…Hay tanto dolor, tanta injusticia contra la que difícilmente podemos luchar que, qué menos que intentar luchar contra las injusticias que nos rodean.

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Qué regalo encontrar y dar comprensión y apoyo, una palabra de ánimo y esperanza.

Tras un desgaste, qué regalo encontrase con quien compartir inquietudes, y ser fortaleza y referencia unos de otros para seguir caminando juntos, cada uno en su parroquia, pese a las dificultades del camino, apostando por la corrección fraterna.

Salir de la zona de confort te ayuda a ver con mayor claridad la realidad y a fortalecer los lazos con los verdaderos amigos.

Qué alegría sentirse querido y querer, sentir la complicidad y la protección de los que son amigos de verdad, amigos en Cristo.

Qué alegría convivir con jóvenes auténticos, que son verdad, que siembran y transmite luz y alegría allá por donde pasan.

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Es un descanso convivir con gente que no te usa, que no es una veleta en tu vida y con la que puedes tener la certeza de que su amistad no va a sufrir el “efecto gaseosa” pues es honesta, desinteresada, verdadera y sincera. En cada uno de estos amigos me he encontrado con Cristo.

Menudo regalo ver como Jesús se hace presente en tanta gente sana, transparente , de corazón y mirada limpia, que saben hacer grupo, pero grupo abierto pues siempre están dispuestos a acoger.

¡Esta es la Juventud del Papa! Que no entiende de colores, idiomas, fronteras…que no tiene dobleces.

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Qué suerte poder vivir esta aventura que permite encontrarse con Jesús, de múltiples formas, en un ambiente festivo.

Qué regalo encontrase a Jesús cada día en la Eucaristía y en la oración, pero también en el cansancio que te ayuda a valorar lo que tienes, en los hermanos con los que abrimos el corazón.

No hay que tener miedo a que Dios exija más a quién más pueda dar, sino que hay que sentirse alegre y feliz por ello.

Gracias Señor, por permitirme vivir esta experiencia, esta aventura junto a tantos creyentes. Junto a viejos y nuevos amigos.

Regresar con el alma removida, tras un choque continuo de adrenalina al encontrar al Señor en tantos rincones, ¡es un verdadero regalo! Nadie puede quedar indiferente ante algo así.