Envío de catequistas y de acompañantes Kairós (Curso 2016/2017)

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Vocación e identidad del catequista

La vocación del catequista tiene su origen en UNA LLAMADA DE DIOS. Las mediaciones de las que Dios se sirve para llamar pueden ser diversas: invitación del sacerdote, toma de conciencia de que lo exige su condición de creyente, impacto producido por el testimonio de otro catequista, deseo de adquirir un compromiso en la construcción de la comunidad eclesial… ¡Más allá de las circunstancias, hay siempre una iniciativa de Dios!

Es normal experimentar un sentimiento de incapacidad e insuficiencia. No obstante, junto a la invitación a ser catequista, Dios da la fuerza para responder y superar las dificultades.

El catequista, al aceptar la llamada del Padre, participa y prolonga LA MISIÓN DE JESÚS, el primer evangelizador. El catequista sigue e imita a Jesús justamente como Maestro, catequista de sus discípulos. Siguiendo las huellas de Jesús, el catequista educa también en todas las dimensiones del Evangelio, y lo hace con su misma pedagogía: apoyándose en el testimonio de su vida y en las obras de la comunidad cristiana, a quien representa.

El catequista está constantemente abierto a la ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO, tanto a la que tiene lugar en el corazón de los chicos/as como a la que acontece en su propio interior. El catequista realiza su tarea convencido de que «el Espíritu Santo es el agente principal de la evangelización» (EN 75).

La vocación del catequista tiene una profunda DIMENSIÓN ECLESIAL. Por un lado, está entroncado en una tradición viva que le ha precedido. Es sólo un eslabón en una cadena de catequistas que, a lo largo de las generaciones, han ido transmitiendo el Evangelio. Por otro lado, el catequista está inserto en una comunidad cristiana concreta y, como miembro activo de ella, desarrolla un acto eclesial, fundamental para la vida de la Iglesia. No es un evangelizador aislado, que actúa por libre. Al catequizar actúa como portavoz de la Iglesia, transmitiendo la fe que ella cree, celebra y vive

Este sentido eclesial es vivido y alimentado EN LA PARROQUIA, donde los cristianos nacen a la fe de la Iglesia y van nutriéndose en ella. En la comunidad cristiana el Espíritu suscita carismas y servicios diferentes y, entre ellos, el servicio de la catequesis. El horizonte y la meta de todo catequista es convertir al chico/a en un miembro activo y responsable de la comunidad cristiana. Esta tarea se realizará mejor si el catequista toma conciencia de que pertenece a un GRUPO DE CATEQUISTAS, que constituye en la comunidad cristiana un verdadero germen de vida eclesial.

¿Quién es un catequista?

  •  Es el que custodia y alimenta la memoria de Dios; la custodia en sí mismo y sabe despertarla en los demás.
  • Es la persona de la memoria de Dios; tiene una relación constante y vital con él y con el prójimo; se fía verdaderamente de Dios y pone en él su seguridad.
  • Es consciente de haber recibido un don, el don de la fe, y lo da como don a los otros. Todo lo que recibe lo da. No es un negocio. Es puro don: don recibido y don transmitido.
  • Es una persona creativa. La creatividad es como la columna vertebral del catequista. Dios es creativo, no está encerrado, y por eso nunca es rígido. Dios no es rígido. Nos acoge, sale a nuestro encuentro, nos comprende. Para ser fieles, para ser creativos, hay que saber cambiar, es decir: convertirse.
  • Aquel creyente que introduce en la experiencia cristiana, abarcando el corazón, la inteligencia, la voluntad y la memoria de la otra persona. Aquel creyente que introduce a otro en la vivencia de la comunidad cristiana donde se sumerge y donde «se baña» hasta participar en ella como uno más.

(Tomado de Catequistas. Agenda 2016-17, p.35)

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