Turno de Vela “Jóvenes San Ildefonso” – Oración Viernes Santo 2013
JESÚS SUFRE Y MUERE POR MÍ Y POR TI Viernes Santo. Pasión del Señor
NO ADORÉIS A NADIE
No adoréis a nadie, a nadie más que a Él no adoréis a nadie, a nadie más que a él no adoréis a nadie, a nadie más no adoréis a nadie, a nadie más no adoréis a nadie, a nadie más que a él.
Hoy, Jesús, te quiero acompañar en todo. Has terminado de pasar todo el sufrimiento, toda la angustia en Getsemaní y comienzas tu Pasión. Me fijo en los tribunales por los que pasas: pasas por Anás y Caifás, el primero; los tribunales de la corrupción. Te observo, te miro. Tú, la inocencia, la bondad, ante estos hombres. Los mirarías con misericordia, con amor y con pena. “¿Por qué me interrogas a mí?”, dices. Pero antes de los tribunales has pasado dos momentos muy fuertes: el beso de Judas —“¿Con un beso, amigo mío, entregas al Hijo del hombre?”—, el dolor de la traición. ¡Qué sufrimiento sería para ti, Jesús! Y me uno también a cuántas veces, como humanos, sufrimos traiciones, desengaños, desánimos de amistad… y nos duele. ¡Cómo te dolería a ti, Jesús, que te traiciona hasta la muerte! ¡Te vende!
SILENCIO
Pero continúo en estos tribunales: el tribunal de Anás, Caifás y Herodes; maliciosos… Pero Tú, ¡qué silencio!, ¡qué amor!, ¡qué escucha ante estos hombres! Y pasas a otro tribunal: el tribunal del miedo a que le quiten el poder —Pilatos—. “¿Eres Tú el Rey?”. Te da pena también de Pilato. Un hombre débil, un hombre que no quiere llevarte a la muerte, ¡pero que teme tanto que le quiten el poder!… El orgullo, la soberbia, esa avaricia del poder, esa desazón, anulan todo. ¡Otro sufrimiento para ti!
¡Qué tribunales pasas! Y otro, el que más te duele: el de la multitud que te grita: “¡Crucifícale! ¡Crucifícale!”. Esa multitud, esas personas [a las] que Tú has hecho tanto bien, que han acudido a ti en todos los momentos, que les has curado, les has llenado de amor, les has dado pan, les has alimentado. Y ahora… ¡qué agradecimiento! “¡Crucifícale! ¡Crucifícale!”.
Me quedo pensando en todos estos tribunales y muchas veces yo también soy uno de ellos, de los que te crucifican, Jesús. Tengo miedo, soy orgullosa, pero ¡qué bueno eres! Tú callas, me observas y me amas. Y comienza tu calvario, comienza tu camino hacia la cruz.
CRISTO ADORO TU CRUZ BENDITA
Cristo, Cristo adoro tu cruz bendita. Cristo, Cristo que me liberó.
Cristo, Cristo tomó toda mi pobreza Cristo, Cristo y por mi murió.
Oh, Cristo, Oh Cristo,
lavó todo mi pecado.
Cristo, Cristo .. y me restauró
Oh, Cristo, Oh, Cristo,
tu sangre me ha redimido. Cristo, Cristo … me resucitó
¡Cuántas veces medito este vía crucis y me lleno de amor, de perdón de tu corazón! Esos personajes que te acompañaron: tu Madre, cómo te consoló y cómo salió a verte cómo ibas, coronado de espinas, débil, ya muy mal, Jesús. ¿Y la Verónica? ¡Cuántas veces tengo que ser Verónica y recibiré ese rostro tuyo! ¿Y el Cirineo? Ayudar a los demás… ¡Te ayudó! Que aprenda yo también a ser Verónica y a ser Cirineo. Y esas caídas tuyas que me ayudan a recibir ese ejemplo de cuando esté mal, esté triste, esté caída, levantarme como Tú, tener la fuerza. Jesús, ayúdame también en tantas caídas como tengo. Y esas mujeres, que van con ese llanto, pero que Jesús dice: “Cuidad de la vida que lleváis, cuidad del ejemplo que dais a vuestros hijos”.
Y ya en tu cruz, clavado, coronado de espinas, sufriendo lo último de tu vida por el gran amor que nos tienes, todas esas palabras que nos dejaste:
“Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”.
“Hoy estarás conmigo en el Paraíso”, —le dices a este ladrón—.
“Todo está cumplido”.
Nos dejas a tu Madre: “Ahí tienes a tu Madre”. “Mujer, ahí tienes a tu hijo”.
Y la gran palabra que a mí me impresiona, me exige diariamente tanto: “Tengo sed”…
“Tengo sed”…
Éste es tu camino, ésta es tu muerte, ésta es tu entrega hasta el fin. “Y un soldado con la
lanza traspasó el costado y al punto salió sangre y agua”.
ADORARÉ TU CUERPO HERIDO
Adoraré tus pies heridos,
tus pies de mensajero,
que traen la paz,
que traen la paz a mi corazón.
Yo adoraré, Señor,
y abrazaré tu cuerpo herido.
Yo adoraré, Señor,
y abrazaré tu cruz,
tu humanidad, tu humanidad. (2)
Adoraré tus rodillas,
que soportaron mis caídas y se doblaron,
y se doblaron por mí.
Yo adoraré, Señor…
Adoraré tus manos suaves
y las heridas que las traspasan. Con ellas me alzaste
y me abrazaste en mi seol.
Yo adoraré, Señor…
Adoraré tu rostro herido,
tu semblante sin hermosura Y en cada espina,
de tu cabeza veré a mi Dios.
Yo adoraré, Señor…
Abrazaré fuerte tu pecho y escucharé tus latidos, Y de la herida
de tu costado y beberé.
NADIE TE AMA COMO YO
Cuánto he esperado este momento, cuánto he esperado que estuvieras así. Cuánto he esperado que me hablaras, cuánto he esperado que vinieras a mi.
Yo sé bien lo que has vivido, yo se bien porqué has llorado; yo se bien lo que
has sufrido pues de tu lado no me he ido.
Pues nadie te ama como yo, pues nadie te ama como yo; mira a la cruz, esa es mi más grande prueba. Nadie te ama como yo.
Pues nadie te ama como yo, pues nadie te ama como yo; mira a la cruz, fue por
ti, fue porque te amo. Nadie te ama como yo.
Yo se bien lo que me dices aunque a veces no me hablas; yo se bien lo que en ti sientes aunque nunca lo compartas.
Yo a tu lado he caminado,
junto a ti yo siempre he ido; aún a veces te he cargado. Yo he sido tu mejor amigo.
La Pasión tuya sólo es para contemplarla en silencio, recorrerla una y mil veces contigo. Que yo aprenda las grandes lecciones de tu Pasión, que aprenda a callar ante la acusación, que aprenda a amar ante todo lo duro, que aprenda también a ser tu Madre, tu Verónica, tu Cirineo… Y no permitas que sea esa multitud que te crucifica, que yo no diga: “¡Crucifícale! ¡Crucifícale!”, sino al contrario: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”, “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”.
Silencio y más silencio… Acompañarte y no perder ni un gesto, ni una expresión, ni un movimiento tuyo. Pero me gusta vivir la Pasión junto con tu Madre. ¡Qué dolor para tu Madre! Te pido, Jesús, te pido también a ti, María, que aprenda las grandes lecciones de tu Hijo: la lección del silencio, la lección del esfuerzo, de la lucha, de levantarme ante las caídas, la lección de agradecimiento ante la Verónica, ante el Cirineo. Y la lección del amor: “Y habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo”.
Contemplo… escucho… amo… y estoy presente al gran misterio y a la gran historia de la Pasión, porque… Jesús sufre y muere por ti y por mí.
NADA NOS SEPARARÁ
Nada nos separará, nada nos separará, nada nos separará, del Amor de Dios.
Nada nos separará, nada nos separará, nada nos separará, del Amor de Dios….